Mientras Bachelet rechaza en Chile la reelección consecutiva y Santos anuncia que la va a prohibir en Colombia, Correa va en busca de la posibilidad de gobernar indefinidamente
Tras gobernar el país durante cinco años y tener una popularidad inédita para un presidente uruguayo, Tabaré Vázquez dejó el poder en 2010 sin intentar una reforma de la Constitución que le habría permitido otro lustro en el gobierno. En su lugar, José Mujica fue como candidato del oficialista Frente Amplio y ganó las elecciones.
El caso de Michelle Bachelet en Chile fue aún más claro. Su primera presidencia también terminó en 2010 y, a pesar del abrumador apoyo popular del que gozaba, y de que su coalición de gobierno no tenía una figura fuerte para reemplazarla, no intentó cambios para poder quedarse en La Moneda. Como consecuencia, tras 20 años ininterrumpidos de gobierno, la Concertación perdió las elecciones y asumió la presidencia el opositor Sebastián Piñera.
Hugo Chávez dio el ejemplo contrario en Venezuela. A pesar de haber prometido que gobernaría un solo período, propició una reforma constitucional que habilitó la reelección consecutiva. Tras vencer nuevamente en los comicios, volvió a reformar la Constitución para ampliar a seis años el mandato y establecer un sistema de reelección indefinida.
Rafael Correa sigue sus pasos. A pesar de haber prometido en reiteradas ocasiones que con una sola reelección era suficiente, tras haber tenido un mal resultado en los recientes sufragios municipales, inició tratativas para habilitar la reelección ilimitada.
El mapa de la reelección en América Latina
Distintos modelos de reelección y de gobierno
En América Latina hay cuatro tipo de regulaciones sobre los mandatos presidenciales. Cuatro países prohíben terminantemente que un presidente pueda presentarse nuevamente a una elección: México, Guatemala, Honduras y Paraguay.
Siete habilitan la posibilidad de una reelección, pero no consecutiva, es decir que el mandatario debe esperar que otro gobierne en su lugar para volver a presentarse. Son los casos de Chile, Uruguay, Panamá, Costa Rica, El Salvador, República Dominicana y Perú.
«La región es claramente reeleccionista, sin distinción de ideologías»
Cinco habilitan a una misma persona gobernar durante dos períodos seguidos: Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador y Bolivia.
Sólo tres países en la región admiten la reelección ilimitada, Cuba, Nicaragua y Venezuela.
«América Latina ingresó a la tercera ola democrática siendo claramente antireeleccionista. Muy pocos países permitían la reelección a fines de los 70. Pero 35 años después, la región es claramente reeleccionista, sin distinción de ideologías. La gente olvida que el cambio no lo iniciaron presidentes de izquierda, sino tres mandatarios de centroderecha, como Alberto Fujimori (1990 – 2000) en Perú, Carlos Menem (1989 – 1999) en Argentina, y Fernando Henrique Cardoso (1995 – 2002) en Brasil», explica Daniel Zovatto, doctor en Gobierno y Administración Pública, y director regional para América Latina y el Caribe de IDEA Internacional, en diálogo con Infobae.
«Ellos tres fueron los que iniciaron y lideraron el proceso de reformas constitucionales en beneficio propio, para quedarse un período más. Modificaron la Constitución, fueron a buscar la reelección y la lograron. Fujimori y Menem fueron por una nueva modificación que les permitiera incluso la rereelección, pero no la consiguieron», agrega.
Alberto Fujimori
Más allá de sus profundas diferencias, los tres dieron pie para que otros gobernantes hicieran lo mismo. En el ala derecha, Álvaro Uribe (2002 – 2010), que logró establecer la reelección consecutiva en Colombia, gobernó durante dos períodos e intentó ir por un tercero, pero la Corte Suprema se lo impidió. En el ala izquierda, Chávez en Venezuela (1999 – 2013), que logró lo que no pudo su par colombiano: la reelección eterna.
Si el modelo reeleccionista se generalizó con tanta rapidez fue por la enorme efectividad que demostró. Salvo los casos de Daniel Ortega en su primer intento en Nicaragua, e Hipólito Mejía en República Dominicana, siempre que un presidente fue por otro mandato de forma consecutiva lo consiguió. Esto muestra los enormes desequilibrios que existen en la región entre el partido de gobierno y los opositores.
«La fiebre reeleccionista se caracteriza porque la mayoría no se quiere ir y varios de los que se fueron quieren volver. Muchos mandatarios abusaron de su poder para reformar las reglas de juego en su beneficio. Pero no es menos cierto que ha habido presidentes que aún teniendo altísimos niveles de popularidad se negaron a hacer cambios para beneficiarse», dice Zovatto.
«Son los casos de Lula da Silva en Brasil, Tabaré en Uruguay, y Ricardo Lagos y Bachelet en Chile -continúa. Con Santos en Colombia estamos encontrando el primer indicio, la punta de lo que podría ser una tendencia que vaya en sentido contrario, ya que va a presentar una propuesta para prohibir la reelección».
Ricardo Lagos
La importancia de instituciones que pongan límites al poder
¿Qué explica la diferencia de actitud entre unos presidentes y otros? Algunos podrían pensar se debe a que algunos son altruistas y prefieren postergar sus ambiciones personales en pos de un beneficio colectivo.
Pero la historia demuestra que altruismo y política son opuestos y que ningún dirigente renuncia al poder si no tiene ninguna traba que le impida mantenerlo. La diferencia más grande está en la organización de los países.
«Habría sido costoso en Chile y en Uruguay que un presidente modificara las reglas del juego en beneficio propio»
«Habría sido altamente costoso en Chile y en Uruguay que un presidente en ejercicio modificara las reglas del juego en beneficio propio. Es un tema de cultura política. Son países con una fuerte institucionalidad, que se ve en la autonomía del Poder Judicial. Así como en Colombia, cuando Uribe quiso ir por un tercer mandato, la sala constitucional de la Corte lo mandó para la casa, creo que algo similar habría ocurrido en Chile y en Uruguay», dice Zovatto.
Juan Pablo Beca, profesor de Derecho de la Universidad Católica de Temuco, cuenta cómo los fuertes contrapesos institucionales y partidarios que existen en Chile impiden que un líder mayoritario imponga su voluntad sin concesiones. «Los quorums necesarios para reformar la Constitución, junto con el sistema electoral, ambos heredados de la dictadura, hacen imposible un cambio sin acuerdo de todas las fuerzas políticas. Los sectores que apoyaban a Bachellet en su primer gobierno no tenían los votos necesarios en el Congreso para una reforma constitucional», dice, consultado por Infobae.
«Por lo demás, se trataba de una coalición de cuatro partidos, y no todos hubiesen estado de acuerdo con su reelección. Incluso habría provocado fuertes tensiones en algunos de ellos», agrega.
Las regulaciones son muy diferentes en otros países de la región. «En otros casos -dice Zovatto-, como Argentina, hay baja calidad institucional y la cultura política se caracteriza por la transgresión de la ley y la anomia. Por eso para los gobiernos de estos países es tan importante ir por la justicia. Si hay un poder que pone un freno institucional a las aventuras del hiperpresidencialismo es una justicia independiente. Es el freno de mano de una verdadera democracia».
Hugo Chávez y Fidel Castro, dos representantes de los gobiernos indefinidos
Las oportunidades y los riesgos de la reelección
«El hecho de que el presidente tenga altas probabilidades de ganar por su condición de presidente tiene un consecuencia importante, que es el bloqueo a la entrada al Poder Ejecutivo», dice Ilka Treminio Sánchez, politóloga de la Universidad de Costa Rica, en diálogo con Infobae.
Para Beca, los aspectos negativos se combinan con los positivos. «Las ventajas de prohibir la reelección son evitar la personalización, los abusos de poder y sobre todo el intervencionismo electoral que se puede producir con un presidente candidato. Las desventajas, restarle a la ciudadanía la posibilidad de tomar la decisión de reelegir o no a alguien».
«El problema en América Latina es que, cuando se introduce la reelección consecutiva, los presidentes se quieren quedar»
Los defensores de los modelos reeleccionistas más extremos sostienen que no hay nada más democrático que un pueblo que elige a su líder, y que no hay motivos para ponerle límites a esa posibilidad. Es el caso de teóricos como Ernesto Laclau, que en su defensa del populismo, hacía hincapié en la importancia de los liderazgos.
«Democracia significa que aunque se llegue al poder de manera democrática, después hay que ejercerlo de manera democrática», dice Zovatto. En modelos que permiten que una persona gobierne durante más de diez años, en contextos sin contrapesos institucionales, la ausencia de alternancia puede favorecer que aflore el autoritarismo.
«No podemos hablar de hiperpresidencialismo si el marco democrático garantiza cierto equilibrio de poderes. La figura de la reelección presidencial aumenta los poderes ejecutivos, pero si hay un balance en el cual el legislativo tiene poderes activos y reactivos, no necesariamente vamos a hablar de hiperpresidencialismo. Qué tantos poderes tenga el presidente depende más del resto de la institucionalidad que de la reelección misma, que es una figura más», explica Treminio Sánchez.
Por eso hay posiciones intermedias, que sin llegar a avalar un modelo de reelección como el chavista, rescatan aspectos positivos de que un gobierno pueda tener dos mandatos.
«Yo estoy a favor de la reelección -dice Zovatto-, de que haya un período de cuatro años con la posibilidad de otros cuatro años, y con la obligación de que tras el intento de reelección haya que retirarse de la vida política, como ocurre en Estados Unidos. Genera los incentivos para que un presidente que tuvo una buena gestión pueda seguir, y el que no, se vaya a la casa directamente».
«El problema en América Latina es que, una vez que se introduce la reelección consecutiva, los presidentes se quieren quedar. Pero esa desviación patológica que ha tenido la reelección se debe a los problemas de cultura política y debilidad institucional», concluye.
Fuente: Infobae
Por: Darío Mizrahi dmizrahi@infobae.com