Llevamos años oyendo hablar sobre el «Internet de las cosas» o lo que es lo mismo, objetos conectados a la red. Y no estamos hablando de móviles u ordenadores, sino de objetos cotidianos que normalmente no transfieren información a la nube ni reciben otros datos.
Pero parecía que el salto a esta era de la hiperconectividad quedaba lejos y que los casos, hasta ahora, eran más anecdóticos que algo real. Era una especie de historia de «Pedro, que viene el lobo», que nunca llega. Pero, en realidad, está mucho más cerca de lo que pueda parecer, aunque el hecho que todos los dispositivos «hablen» entre sí y registren información de todo tipo no está exento de riesgos como posibles «hackeos» y robos de datos.
Los dispositivos conectados se enfrentan, sin embargo, a dos problemas tecnológicos, que se encuentran interconectados entre sí, nunca mejor dicho. El primero es la batería, cuya capacidad no ha avanzado en los últimos años. No tenemos más que verlo en nuestros teléfonos móviles, cuya carga es incapaz de aguantar más de un día de uso. El segundo es la conectividad y el continuo manejo de información.
La red 4G o incluso la futura 5G repercutirá también que cualquier dispositivo se consuma en cuestión de minutos. La solución será crear dispositivos mucho más simples, utilizando tecnología sencilla, más barata de producir, que no consuma excesivos recursos y que sea capaz de transmitir datos. De ahí que firmas como Intel o Qualcomm hayan pensado en componentes de menor consumo energético y aptos para su integración en diferntes formas de objetos electrónicos.
La red Sigfox, que abarca prácticamente la totalidad de nuestro país, es otra clara muestra de conectividad sencilla y barata. Estamos hablando de frecuencias no licenciadas, en la banda 868 MHz. Algo muy parecido a la onda que emite el mando de la puerta del garaje, cuando pulsamos el botón. Pero que tiene ciertas limitaciones; por ejemplo, que sólo puede enviar 140 mensajes diarios y recibir 4. Eso sí, el consumo es casi nulo.
Neveras, contenedores…
Hay varios ejemplos, como el que se mostró durante una convención tecnológica en Praga (República Checa), el primer localizador comercial cuya batería es capaz de aguantar más de diez años, enviando la localización cada pocos minutos, en un tamaño más pequeño que un mechero, y con un coste de, tan sólo, 15 euros. Las aplicaciones de este dispositivo son infinitas y van desde contenedores de transporte que pueden estar localizados ininterrumpidamente, a una maleta de viaje que siempre sabremos en qué aeropuerto se encuentra, en el caso de que la aerolínea la extravíe. El precio no sólo incluye el dispositivo, sino también la conectividad durante diez años.
Tenemos claros casos de uso, la conocida cadena de cafeterías Starbucks, por ejemplo, utiliza Sigfox en sus neveras, para saber que la cadena frío no se ha visto comprometida de ninguna manera. O Cerveza DAM, realiza un mantenimiento preventivo de sus grifos en los bares, analizando si la temperatura de la cerveza es la correcta. Pero otro de los mejores ejemplos más claros se encuentra en la empresa cántabra SAYME, cuyo proyecto más llamativo son los sensores para los contenedores de basura de Madrid, que son capaces de indicar si éste está lleno o vacío.
La recogida de basuras funciona con una regularidad que no obedece a la necesidad, sino a una periodicidad prefijada. Los sensores pueden funcionar durante cinco años sin necesidad de cargarlos. Los resultados hablan por si solos, mediante «Internet de las Cosas», la empresa de recogida de basuras ahorra un camión de basura en cada salida, recogiendo sólo aquellos contenedores que están llenos.
Está claro que todavía no estamos hablando de un estándar en cuanto a IOT, y falta algún tiempo para que la tecnología madure. Ahora nos encontramos en una fase parecida a la de «VHS y Beta», donde, dentro de unos años una tecnología se impondrá sobre el resto, pero todavía no se sabe cuál. Vodafone y Huawei, por ejemplo, apuestan más por el «Narrowband IOT», aunque Sigfox cuente ahora mismo con una mayor cobertura y evolución.
Precisamente, España es el país donde más dispositivos existen en el mundo, ya que las alarmas de Securitas Direct utilizan Sigfox como banda de comunicación segura. Además de la estandarización, todavía existen muchos desafíos que superar, cosas tan obvias, como que como que los dispositivos «IoT» sigan funcionando al cambiar de país.
Al contrario de lo que pueda parecer, la red de internet de las cosas, como Sigfox, no compiten con otras redes como el 4G o el futuro 5G, son complementarios. Incluso existen dispositivos que utilizan ambas, beneficiándose de sus mejores cualidades, 4G para recibir actualizaciones o grandes paquetes de información y Sigfox para mantener la durabilidad de la batería.
El mundo está cambiando, el «IoT» está aquí, y se está abriendo paso poco poco a poco entre nosotros. Primero está afectando a las empresas, siendo parte de la «aclamada», transformación digital, sobre todo, en sus procesos productivos. Pero también está llegando a nosotros, como es el caso de las soluciones de parking público en la calle. Fastprk, por ejemplo, es capaz de desplegar sensores de aparcamiento por toda la ciudad que permiten saber qué plazas están ocupadas, y mediante una aplicación reservar las que están libres.
ABC