Ayer la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, afirmó como un gran triunfo bolivariano que unas 5.000 personas fueron detenidas por dedicarse a comerciar ilegalmente con productos de la cesta básica. Por el número tan minúsculo de apresados pareciera que el alboroto que ha creado el gobierno y su principal representante, el señor Nicolás Maduro, puede ser perfectamente resumido en una frase muy popular: es más la bulla que la cabuya.
La verdad es que suena ridículo que unas 5.000 personas hayan puesto en jaque al gobierno bolivariano, creando a la vez un incidente internacional con el hasta ahora “hermano país”. Como si fuera poco los embajadores en Bogotá y Caracas fueron llamados a regresar a sus respectivas cancillerías y aquí estuvieron esperando un buen tiempo hasta que alguien, más o menos cuerdo, le recordara a Maduro que incidentes de este tipo se tienen que manejar no solo con el tacto y la discreción que enseña la diplomacia, sino que tarde o temprano saldrían a relucir ciertos detalles que no dejarían bien parado a los rojo rojitos, como en efecto ha sucedido con la cómica revelación de la señora Luisa Ortega Díaz.
Este capítulo de los bachaqueros coloca de hecho al mandatario venezolano como uno de los peores alumnos de Groucho Marx, con la diferencia de que los divertidos hermanos Marx jamás estuvieron a punto de provocar una guerra y, mucho menos, desalojaron a centenares de familias inocentes por el simple hecho de ser pobres, colombianos y vivir en la frontera.
Nadie se tragó el cuento de que estos humildes seres que cargaban sus enseres a hombros para cruzar un río y tomar una trocha eran los millonarios contrabandistas que la propaganda oficialista proclamaba por todos los medios oficialistas. Para mayor desgracia a ciertos integrantes de la Fuerza Armada Nacional “Bolivariana (¿?)” les dio por marcar las ruinosas viviendas que quedaban en pie para que luego fueran demolidas por maquinarias pesadas, seguramente de la Misión Vivienda, cuyos integrantes ya molestos por haber fracasado en su objetivo central pues decidieron utilizar estas maquinarias para llevarle la contraria a Maduro.
Lo que más rabia da a los venezolanos es que en Miraflores sean tan cínicos y descarados al punto de poner en pie de guerra a buena parte de los integrantes del Ejército, de la Armada y la Aviación sabiendo que detrás de toda esa jugada no había nada más que un burdo trapo rojo. En esa guerrita inventada se gastó un dineral que bien podía ser invertido en cuestiones más urgentes y necesarias.
De paso, dos pilotos de la Fuerza Aérea murieron patrullando la frontera sin que hasta ahora se haya informado la verdad de lo ocurrido, dejando a oscuras las razones de por qué no se eyectaron para salvar sus vidas, ni tampoco por qué, según dicen, en el sitio del accidente quedó un hueco profundo que hace pensar que se estrellaron de improviso al volar muy bajo. Nunca lo sabremos a ciencia cierta. Lo que sí es cierto es que los bachaqueros son apenas 5.000 personas.
Editorial de El Nacional