No remite el título del presente editorial a la inmortal novela de Víctor Hugo —aunque el inspector Javert y Jean Valjean podría encarnar simbólica y respectivamente a la jefatura roja y el desasistido pueblo venezolano—, sino al «Índice de la Miseria», un indicador ideado por el jefe del Consejo de Asesores Económicos de Lyndon B. Johnson, Arthur Okun (1928-1980), fundamentado en las posibilidades de acceso al mercado laboral y el costo de vida.
Dado el azote inflacionario característico de unas finanzas como las nuestras, gestionadas mediante draconianos ajustes, inherentes a la emoción, no a la razón, e inseparables del peculado concomitante con la administración pública desde hace casi un cuarto de siglo, no es de extrañar que Venezuela ostente el dudoso honor de proyectar su economía como «la segunda más miserable del mundo en 2023», solo superada por Cuba, nación con la cual competimos cabeza a cabeza desde 2016.
Los altos y persistentes porcentajes inflacionarios, derivados del desenfrenado gasto proselitista y asistencial, potenciado por la corrupción detectada y denunciada hasta el hartazgo en todos los niveles de la estructura burocrática revolucionaria, han contribuido de modo determinante a que el país se mantenga desde hace años en la cima de la tabla publicada en Focus Economics, tomado en cuenta, como se dijo, la inflación y la tasa de desempleo —cuando estas variables suben, generan costos que afectan a la población; y, entre mayor sea el alza de precios en los productos de primera necesidad, más «miserable» será el país—.
El hombre, se afirma, es el único animal capaz de tropezar en más de una ocasión con la misma piedra. Prueba palpable de ello es la obstinación madurista —¿o padrino-madurista?— de insistir en propuestas ya fracasadas, como el control de precios, dándole la razón a Benjamin Franklin, Mark Twain, Albert Einstein o a quien verdaderamente haya sentenciado que «la locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes». Pero la locura supone cierta dosis de creatividad, y esta facultad escasea en los predios socialistas.
En el caso que nos ocupa se trata de olvido o desmemoria. Volverá a circular el nombre de Nicolás Maduro como candidato al Premio Ig Nobel de economía por su revolucionario modelo de cono petrificación monetaria, Cero-mata-cero; su original refutación del capitalismo, No sirve pa’na’, y su vindicación del sincretismo mágico-financiero. Así, ascenderemos al primer puesto en el Índice de la Miseria.
Editorial de El Nacional