De acuerdo con el presidente chavista, Nicolás Maduro, todos los venezolanos que han migrado del país son como su amigo Alex Saab o la enfermera de Hugo Chávez, que viajan por el mundo con una “platica” en el bolsillo. No como los centroamericanos, dice él, que se lanzan a pie a cruzar México y después el río Bravo para llegar a Estados Unidos.
El “pobre” Saab tenía unos humildes apartamentos en Roma y en otras ciudades del mundo, porque eso sí, lo que lleva lo invierte para que nadie sospeche de la procedencia de los churupos. Lo mismo la señora que cuidaba al comandante, que compró muchas propiedades en España. El caso de aquella mujer de la tercera edad que casi se ahoga cruzando la frontera mexicana y que fue rescatada por otro compatriota es puro invento, de acuerdo con el mandatario psuvista.
Tampoco las pobres mujeres que son víctimas de la trata de blancas en Cúcuta tienen nada que ver con Venezuela. No fueron engañadas por delincuentes que seguramente les prometieron trabajo al otro lado del Arauca para que pudieran socorrer a sus familias. O los cientos de venezolanos que llegan a pie a los pueblos fronterizos de Chile, necesitados de auxilio y son víctimas de maltrato.
El gobierno chavista se ha empeñado en restarle importancia, en borrar del mapa, en hacer desaparecer el fenómeno que habla más elocuentemente del desastre que han propiciado en el país: la huida de más de 5 millones de venezolanos a todas partes del mundo. Tanto, que se han aventurado hasta en pequeñas embarcaciones y se sabe que más de uno perdió la vida en el mar Caribe.
Después de los desplazados de Siria, la migración venezolana es la más numerosa. Y si bien es cierto que algunos han salido por medios más convencionales de transporte, la gran mayoría no tiene recursos, es gente que se va con lo que lleva puesto y a veces pierden los zapatos en el camino. Largas filas de hombres y mujeres, niños y ancianos se ven por las carreteras que unen varios países latinos. Muy bien lo puede atestiguar el gobierno de Colombia, que desde el principio decidió humanamente recibirlos y socorrerlos.
Llegan desnutridos, enfermos, sin dinero ni esperanzas. Solo los mueve la necesidad de sobrevivir a un país que les cerró todas las posibilidades porque unos gobernantes decidieron pensar en su propio interés y no en el de la población.
Por eso, una afirmación como la que hace el sucesor de Chávez es una bofetada más al sufrimiento de los venezolanos. Y hay que decirlo cada vez que se pueda: los migrantes huyen de usted, señor Maduro, de la crisis humanitaria que ha creado y de la maldad que ha hecho reinar en la otrora hermosa Venezuela.
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Editorial de El Nacional