Según un nuevo estudio dirigido por la Universidad de Exeter y publicado en la revista «Environmental Science and Technology», cuando los microplásticos penetran en el organismo a través de las branquias, tardan más tiempo en ser expulsados en comparación con la digestión normal.
Los investigadores, dirigidos por el profesor Andrew Watts, utilizaron microesferas de poliestireno fluorescente para mostrar cómo se retuvieron microplásticos ingeridos dentro de los tejidos del cuerpo del cangrejo común. El resultado del experimento sugiere que la mayoría de las microesferas se mantuvieron en el intestino anterior después de pegarse a las estructuras internas de los cangrejos.
«Desde un punto de vista ecológico se trata de un descubrimiento importante, ya que estos plásticos se mantienen más tiempo en el animal y hay más posibilidades de pasarse a la cadena alimentaria», añadió Watts.
El estudio demostró este fenómeno en cangrejos, pero lo mismo podría aplicarse para otros crustáceos, moluscos y peces, es decir, cualquier animal que lleve el agua hacia una estructura de enmalle para llevar a cabo el intercambio gaseoso.
«Muchos estudios sobre microplásticos sólo tienen en cuenta la ingestión como vía de captación en los animales. Nuestros resultados indican otras rutas como la ventilación», afirmó Watts.
Los peligros del microplástico en el mar
El plástico es parte de nuestra vida cotidiana y ha crecido en uso sustancialmente en las últimas siete décadas, pasando de 1.700 millones de toneladas en 1950 a una estimación de 288.000 millones de toneladas en 2013. Alrededor del 40 % se cree que proviene de envases de un solo uso y por lo tanto desechados.
El 10% del plástico desechado termina en el medio ambiente marino, un total de 11 millones de toneladas de envases cada año con los niveles de producción de 2013. Este plástico es luego degradado por la acción de las olas, el calor o los rayos UV y se convierte en microplástico, más peligroso que el propio plástico.
ABC