Los indígenas Warao forman el grupo humano más antiguo de Venezuela. Viven en el Delta del Orinoco desde hace al menos 8.000 años. Ahora, también son el eslabón más débil de la ola migratoria que cruza hacia Brasil. Cientos de ellos viven en un campo de refugiados en Pacaraima, la primera ciudad tras la frontera. El trato que reciben por parte de las autoridades y de ACNUR ha despertado el recelo de los indígenas locales, que critican un trato de favor.
El albergue Janokoida, a pocos metros de la frontera, actúa de facto como un campo de refugiados. Acoge a 434 indígenas Warao, muchos de ellos niños, que llegaron a Brasil huyendo de la pobreza y la falta de medicamentos. “Son la población más vulnerable, los más castigados. Hace 30 años ya les expulsaron de sus tierras porque contaminaron sus ríos y poco a poco se fueron acercando a las ciudades. Cuando faltó la comida empezaron a emigrar hacia Brasil”, comenta el coordinador del campamento, Alejandro Cacopardo, de Fraternidad Internacional. Los Warao cuentan con enfermería, una cancha de vóley en la arena y espacio al aire libre para que puedan cocinarse su propia comida con fogón a leña. “Intentamos preservar al máximo sus costumbres”, subraya el responsable.
A pesar de que dentro del campamento se sienten seguros, los Warao no son ajenos al clima de hostilidad que se vive en Pacaraima. Después del ataque xenófobo de la semana pasada, cuando un grupo de vecinos quemó las tiendas de campaña y las pertenencias de decenas de venezolanos que dormían en las calles, más de una veintena de indígenas regresaron a Venezuela custodiados por la policía y el ejército.
El cuidado hacia los indígenas venezolanos también generó inquietud entre sus hermanos brasileños. En los alrededores de la pequeña ciudad de Pacaraima (que originalmente era una aldea indígena) hay 26 comunidades con aproximadamente 8.000 indígenas. Pertenecen a las etnias Macuxi, Wapichana y Taurepang. Algunos de ellos se manifestaron el pasado sábado contra los privilegios de los Warao.
Uno de los líderes indígenas brasileños, Jesús Level de Almeida, asegura que no tienen nada contra los Warao, aunque la protesta se detuvo un buen rato frente a su campamento, mientras indígenas y vecinos clamaban a las autoridades por la misma atención. “Los políticos de Brasilia no se enteran de lo que pasamos aquí, sufrimos con la salud indígena y con la falta de educación. Todo va para ellos, pero nosotros somos brasileños y estamos abandonados”.