Y la GNB a la retaguardia
Los llamados Colectivos han existido desde cuando los creó Chávez como fuerza paramilitar de apoyo, pero habían dejado de ostentar su capacidad y su posibilidad de intimidación porque las circunstancias no las solicitaban. Estaban por ahí, haciendo guardia y ejerciendo controles de rutina en las zonas populares, pero sin presentarse como las bandas armadas que son, sin asomarse como una amenaza general.
Su existencia formaba parte de un paisaje capaz de pasar inadvertido, pero se han salido del cauce trazado por el régimen porque sus jefes reales, es decir, el mismo régimen que en mala hora los fundó, los necesita en la calle con sus armas y sus desmanes.
Los Colectivos se han salido de los límites ordenados, de las circunscripciones que la autoridad les había concedido, porque la desesperación popular requiere una respuesta fiera que no se vea como una conducta llevada a cabo por las fuerzas oficiales de la represión.
El régimen ha aprendido mucho en materia de represión. Sabe que no puede repetir las atrocidades que caracterizaron su respuesta cuando ocurrió “la Salida”. Saben que no pueden dar una nueva orden a sus esbirros para que disparen a discreción. Saben que las prisiones ilegales y las torturas no son aconsejables para enfrentar la crisis de la actualidad. Saben que no solo los ojos de los venezolanos, sino también los de los ciudadanos y los de las autoridades del exterior contarían y criticarían cada disparo y cada latigazo.
Así las cosas, la “autoridad” decidió solicitar el auxilio de los Colectivos. Antes de soltar a la GNB con todas sus armas y su bagaje, con toda su saña y su arbitrariedad, dispuso el protagonismo de los Colectivos. Pero, mientras tanto, ¿qué se hace con esa arbitrariedad y con esa saña segura y confiable? No van a entrar en período de vacaciones, por supuesto. No se van a quedar sin hacer nada, desde luego. Serán los cómplices de los Colectivos, debido a que se les otorga el vergonzante papel de trabajar como sus asistentes y custodios.
Los miembros del los Colectivos golpean y arrastran por el suelo a los manifestantes, mientras la GNB, que está a su lado a unos metros de distancia, mira el ataque como quien ve llover desde la protección de un balcón acogedor. Los miembros de los Colectivos golpean a los periodistas y les roban sus cámaras y sus grabadores sin que la GNB haga nada para evitarlo. Al contrario, en no pocas ocasiones sus efectivos le sirven de apuntadores.
Se establece así una connivencia sin tapujos, una complicidad que no se oculta, que delata una represión enmascarada con la cual el régimen pretende evitar su responsabilidad. No es la GNB la que ejecuta la represión, sino “una parte del pueblo” que defiende la sacrosanta causa de la revolución.
La GNB está en su puesto sin proceder directamente contra las manifestaciones populares, de manera que nadie puede acusar a los comandantes de turno, ni tampoco a Maduro, de lo que un grupo de “pobladores ofendidos” hace contra un sector de pobladores soliviantados. Esa oscura manera de escurrir el bulto puede conducir a tropelías inimaginables.
Editorial de El Nacional