Los 75 años de la ONU

 Los 75 años de la ONU



Esta semana se celebró de manera virtual la septuagésima quinta Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. Nacida como reacción a la violencia de la Segunda Guerra Mundial y los horrores del Holocausto, la ONU llega a este aniversario en medio de una doble crisis: la estructural, en contra del actual sistema global basado en el multilateralismo, y la coyuntural, encarnada en la pandemia de covid-19

 



Creada por 50 países en 1945, incluida Colombia, Naciones Unidas ve la luz con el propósito de impedir que las potencias mundiales regresen al campo de batalla. Bajo los pilares de esa paz planetaria, la promoción de los derechos humanos y el desarrollo económico, la ONU se ha convertido en estos tres cuartos de siglo en el foro por excelencia de la cooperación global y el imperio de la ley internacional.

 

 

La compleja arquitectura de programas, instituciones, agencias especializadas y pactos que Naciones Unidas ha creado es criticada por su burocracia y tiene, sin duda, muchas falencias. No obstante, en estas décadas han sido cruciales en el avance y la consolidación de importantes agendas como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la lucha contra el cambio climático, la equidad de la mujer, la protección de la niñez, la reducción de la pobreza y del hambre, además del trabajo digno.

 

 

En años recientes, no solo el sistema de Naciones Unidas sino toda la estructura global basada en el multilateralismo y la cooperación internacional han estado bajo fuertes críticas y ataques. Por todas las latitudes crecen los nacionalismos y el rechazo a los migrantes, el discurso proteccionista y contra el libre comercio gana adeptos y los populismos minan la legitimidad de la democracia.

 

 

La pandemia causada por el coronavirus y su fuerte impacto en prácticamente todas las esferas sociales y económicas han puesto sobre la mesa tanto las fortalezas como las debilidades del sistema multilateral. Ha quedado claro en estos meses de crisis sanitaria que ningún país ni economía por sí solos serán capaces de controlar la enfermedad y se requieren mecanismos de cooperación internacional.

 

 

Por otro lado, el duro golpe del covid-19 a los empleos y la economía ha disparado los llamados a cerrar las fronteras y ha afectado, precisamente, las áreas de trabajo de la ONU: el desarrollo humano, la pobreza y la desigualdad, el ambiente, entre otros. Solo el Programa Mundial de Alimentos estima en 265 millones las personas en el globo con riesgo de hambre.

 

 

Capítulo aparte merece la intervención del presidente Iván Duque, que en esta Asamblea General se dio de manera virtual. El primer mandatario centró su discurso en varios aspectos, entre los cuales se destacan la agenda ambiental, la implementación del acuerdo de paz y la lucha contra la pandemia. Asimismo, reiteró un tema que ha sido central en la política exterior del Gobierno: el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, al que calificó de “dictadura sostenida con los recursos del narcotráfico”.

 

 

Que el presidente Duque centre su discurso de política exterior más importante del año en el ambiente, y en especial en la defensa de los páramos, envía un sonoro mensaje no solo internamente en el país, sino a la comunidad internacional. Sin embargo, la recepción local de ese mensaje no es la mejor. Aunque la Casa de Nariño puede mostrar algunos logros en deforestación, el Tratado de Escazú –hoy embolatado en el Congreso– y energías renovables, en otros puntos de la agenda ambiental como los yacimientos no convencionales, el compromiso con la protección de áreas vulnerables como los páramos no convence a amplios sectores de la sociedad y de la opinión pública.

 

 

Naciones Unidas llega a este aniversario en medio de fuertes críticas a la arquitectura global basada en el multilateralismo y con la pandemia como un desafío institucional

 

 


Otro aspecto de la intervención presidencial en Naciones Unidas que despertó fuertes reclamos fue el balance de la implementación del acuerdo de paz. Duque afirmó que su política de ‘Paz con legalidad’ está beneficiando a 6 millones de colombianos y apoyando a más de 13.500 combatientes. No obstante, el creciente asesinato de líderes sociales, las tensiones urbanas por los abusos policiales e, incluso, el financiamiento de la implementación son aspectos que alimentan una lectura no tan positiva de la política de paz.

 

 

En conclusión, la pandemia causada por el coronavirus marcará, para bien o para mal, el papel futuro de la ONU y su red de programas y agencias. De la manera como Naciones Unidas refuerce su condición de foro global de la cooperación internacional y de la búsqueda de soluciones sostenibles frente al covid-19 y sus consecuencias dependerá el fortalecimiento de los principios fundadores de la organización. En lo que respecta a la visión de Iván Duque sobre el compromiso ambiental y de paz de Colombia, es evidente que aún falta mucho por hacer para materializarla y traducir esa agenda en hechos tangibles.

 

El discurso ambiental de Iván Duque en Naciones Unidas debe traducirse en hechos.

 

 

EDITORIAL
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