Lo querían secuestrar, pero corrió y lo mataron

Lo querían secuestrar, pero corrió y lo mataron

Liliana es una madre sin su hijo. Está sentada frente a la emergencia del ambulatorio de La Carucieña y no para de llorar, le acaban de decir que su único hijo murió. Se lo mataron.

 

“Era un muchachito, apenas tenía 16 años”, repetía a gritos la abuela del joven estudiante que estaba junto a Liliana.

 

Alrededor de ellas había más de 30 personas, todas lloraban. Los “petejotas” sacaron el cadáver en la bandeja y empezaron a gritar. Lo metieron en la furgoneta y cuando cerraron las puertas, la madre se quedó en shock, tenía la mirada perdida. No podía asimilar la tragedia.

 

Liliana estaba en su casa, en la carrera 3 con calle 5 de Pílade Montezuma, en la parroquia Juan de Villegas. Su hijo de 16 años dormía. A las 9:00 de la mañana abrió la bodega que ella misma mandó a construir en el solar de la casa.

 

Unas señoras llegaron a visitarla, ella abrió el portón, las mujeres conversaron un rato, volvieron a salir y el portón quedó abierto.

 

Un Malibú azul se estacionó frente a la casa. Tres tipos se bajaron y entraron. Agarraron a Liliana y la amarraron. Los tipos querían robar, pero cuando vieron que el muchacho se despertó, decidieron secuestrarlo.

 

“Tienes que darnos un millón por él”, le dijeron. Sacaron al joven, lo iban a montar en el Malibú, en donde los esperaba un compinche al volante. En ese momento, el joven forcejeó con los hampones y salió corriendo. Intentaba escapar, cuando uno de los tipos le propinó un tiro mortal en la espalda.

 

Cayó al suelo. Los malandros se pusieron nerviosos, se montaron en el carro y escaparon. En segundos, Liliana se desató y salió de la casa.

 

Encontró a su muchacho tendido en el suelo. Sacó su camioneta, intentaba prenderla, pero no pudo. Un vecino la ayudó y entre los dos montaron al joven en la camioneta.

 

Lo llevaron al ambulatorio de La Carucieña. Luego de ser ingresado, los médicos le dijeron que ya había fallecido.

 

En la calle, frente a la casa, quedó un pasamontañas que usaron los delincuentes para colocárselo al joven de 16 años en el rostro.

 

Los funcionarios del Eje contra Homicidios entraron a la residencia para hacer las pesquisas y así tratar de dar con los responsables del crimen. En la calle hicieron las mediciones y colectaron las evidencias. Hicieron algunas preguntas, pero la mayoría de los vecinos estaba encerrado al momento que los tipos dispararon.

 

El muchacho de 16 años estudiaba cuarto año de bachillerato. Era un joven trabajador. Su madre y él eran como “el pan y la mantequilla”.

 

Ella atendía la bodega en la mañana y él por las tardes. Con el dinero que ganaban ampliaron la casa y tenía planes de seguir mejorando la construcción. A pesar de la corta edad, el joven se comportaba como un hombre, andaba con su madre y la apoyaba, sus vecinos le tenían respeto y aprecio.

 

Algunos amigos aseguraron que tenía suerte con las muchachas y que era un joven apuesto y muy simpático.

 

Edy Pérez Alvarado

La Prensa

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