“Que reine el barullo, señores”. En la vida y en la cama también. Especialmente en el “lecho del amor”. En ese lugar las palabras son más que bienvenidas. Y los ingredientes son sencillos. Se necesita una mente alerta que sepa perfectamente qué decir y una boca bien abierta para poder modular esas frases ocurrentes que dicta el cerebro. Porque no sólo se trata de poner a funcionar las cuerdas vocales, sino de emitir locuciones estimulantes.
Lo más importante es que nos elogien el cuerpo. Nos cae bien escuchar algo así como “esa cola es un monumento”, aún cuando se trate de una exageración. Después de todo, una mentira piadosa no se le debe negar a nadie. La honestidad bruta debe ser definitivamente desterrada del ámbito sexual. Y si a pesar de todo, muchachos, insisten en ser sinceros, al menos tómense la molestia de echarle un poquito de azúcar a la verdad.
Los piropos ayudan a levantar la autoestima, y cuando se dejan de lado las inseguridades, estamos más dispuestas a darle rienda suelta a la creatividad en el sexo. Básicamente, a atacar al señor que tengamos entre manos sin mesura ni vergüenza. No viene mal destacar lo que la señorita le produce al muchacho de turno. “Me vuelves loco”o “tu piel me excita” suman. Y mucho. Créanme, queridos, que nos encanta saber que reproducimos ratones extra large en ustedes. Corromper mentes masculinas hasta llevarlas al delirio es un placer irrefutable. Por eso también nos simpatiza que alaben nuestra performance en la cama. Si pueden hacerlo con gemidos y caras que derrochen deleite mucho mejor todavía. Porque la gestualidad le da credibilidad a la cuestión, ¿vió?
Y ya que hablamos de gestos, hay uno que no tiene desperdicio. Agradecemos, con mimos exagerados, que nos llamen por nuestro nombre. Nada de usar apodos deserotizantes como “puchi”, “cuchi” o “muchi”. ¿Apócope de qué palabra se supone que son? Suena a estrategia para no confundirse con el nombre de la amante. Demasiado impersonal. Además, y esto reconozco que es una fobia particular, los términos con “ch” me caen muy pero muy mal. Tienen una reminisencia a chichoneo pegajoso que detesto.
La buena onda durante el encuentro piel con piel es un mandato ineludible. Es mejor hacerle el amor a una cara sonriente que a un emoticón deprimido. Pan Triste baja la líbido al quinto subsuelo. Pero tampoco es cuestión de comerse un payaso. Porque si bien la alegría es un aliado, la risotada al por mayor desconcentra. Y la idea es que tengamos las energías puestas en el cuerpo y no diseminada en millones de carcajadas. Además el que mucho ríe, poco acaba…
Hay que evitar por todos los medios hablar de los chicos, los gastos de la casa o los problemas de oficina. Todo eso le secan las ganas a cualquiera. Jamás hay que interponer los problemas entre dos cuerpos desnudos.
Por último, eviten usar expresiones que rosen lo burdo. “Estás más buena que comer pollo con la mano” puede provocar dos reacciones. Y ninguna de ellas es positiva: un ataque de risa que estropeará la situación; o una insostenible arcada que destruirá el juego de seducción. Dicho todo esto, dedíquense a disfrutar, con o sin amor, de un buen encuentro sexual.
Consejos súper útiles
* Elógiale el cuerpo, aunque haya que recurrir a exageraciones sutiles.
* Dale lugar al buen humor pero sin caer en la risotada porque arruina el clima.
* Si se trata de una relación casual, mejor deja de lado el sentimiento. Olvídate de las promesas de amor mentirosas.
* Destaca la performance sexual de tu chica.
* Llámala por su nombre.
* Deja de lado los apodos genéricos como “chuchi”, “gorda” o “linda”
* No la insultes. “Qué bien que te mueves H…de P….” está fuera de lugar.
* Evita hablar de problemas de oficina, los chicos o los gastos de la casa.
IPP
Fuente: entremujeres.com