Tres veinteañeros anónimos se sinceran sobre cómo decidieron proponer matrimonio a sus ahora esposas y cuánto gastaron en el anillo.
¿Cuánto tiempo estuvisteis saliendo antes de comprometeros?
Hombre A: «Ocho años».
Hombre B: «Tres años y medio».
Hombre C: «Casi tres años».
¿Vivisteis juntos antes?
Hombre A: «Sí, habíamos vivido juntos en dos ocasiones diferentes antes de la propuesta de matrimonio. Una vez con 19 (que fue un desastre porque éramos demasiado jóvenes) y otra con 21 (¡mucho mejor!). La convivencia fue crucial».
Hombre B: «Pasábamos mucho tiempo juntos en la universidad. Y conseguimos un apartamento para vivir juntos un año antes de casarnos».
Hombre C: «Sí. No hace daño pagar las facturas juntos antes de proponerle un contrato de por vida».
¿Cómo supisteis que era el momento adecuado para proponerlo?
Hombre A: «Habíamos roto durante un tiempo y volvimos a salir un año más tarde. Parte de la condición de volver a estar juntos fue que yo estuviera dispuesto a comprometerme a pasar el resto de mi vida con ella».
Hombre B: «Nosotros no lo decidimos en un momento concreto con una hora exacta. Estábamos a punto de graduarnos en la universidad y fue el momento de tomar esta decisión».
Hombre C: «No fue un momento en forma de rayo. Fue progresivo, como una onda».
¿Sentisteis presiones familiares de algún tipo?
Hombre A: «Su familia la presionó durante años para que se comprometiera. Aunque fue siempre medio en broma».
Hombre B: «Nada grave en absoluto. Los amigos preguntaban bromeando. Éramos jóvenes».
Hombre C: «Mis padres llevan dos y tres matrimonios».
¿Vuestra novia os dijo qué tipo de anillo quería?
Hombre A: «Paramos en Tiffany’s para refugiarnos de la lluvia durante una tormenta eléctrica. En la sección de anillos, ella decidió probarse varios y se enamoró de uno. Tuve la tarjeta con la información que nos dio la vendedora en mi cartera durante seis años».
Hombre B: «Nos fuimos de compras para el anillo. Comenzó como una broma en torno a varias joyerías en un centro comercial. Cuando llegó el momento lo hablamos seriamente porque es algo que se va a usar durante el resto de su vida. Parece ridículo pero no quería que terminara con algo que no le gustase».
Hombre C: «Ella tenía bastante claro el estilo de anillo que quería».
¿Qué expectativas teníais acerca del precio del anillo?
Hombre A: «En realidad no tenía ninguna expectativa, sabía lo mucho que el anillo de Tiffany le gustaba. Habíamos hablado de conseguir el mismo corte de diamante de otro joyero para ahorrar dinero, pero nunca pensamos en el original como una opción seria».
Hombre B: «Ella no quería que gastara demasiado dinero en un anillo. Sabíamos que tendríamos que cubrir una buena parte de nuestra boda nosotros mismos».
Hombre C: «Cuando tu novia tiene mucha ilusión, el precio no es tan importante como que sea el tipo de anillo que le gusta. Decidí que el anillo que encontré merecía la pena el esfuerzo porque sabía que le encantaría».
¿Cuánto tiempo pasó desde que conseguisteis el anillo y propusisteis matrimonio? ¿Dónde lo escondisteis?
Hombre A: «Alrededor de un mes. En su mayor parte, lo guardé en un bolsillo secreto de mi mochila (que siempre llevo encima)».
Hombre B: «Un mes. Se lo propuse el 7 de febrero, una semana antes del día de San Valentín. Lo mantuve escondido en el cajón de mi ropa».
Hombre C: «Varias semanas. Lo mantuve cerca, en el cajón de mi ropa interior».
¿Teníais alguna idea de cómo se lo propondríais?
Hombre A: «Lo único que tenía claro era que ella no quería que fuera supercursi».
Hombre B: «Había una sola condición: no quería que la gente de alrededor mirara».
Hombre C: «Cuando amas a una mujer sabes cómo quiere que se lo propongas».
¿Alguna vez considerasteis organizar algo llamativo?
Hombre A: «No estoy seguro de si lo que hice sería considerado llamativo, pero era romántico y personal, y eso es todo lo que quería».
Hombre B: «No. Ella se habría muerto de la vergüenza».
Hombre C: «Sólo si hubiera querido garantizar un «no quiero»».
Si lo tuvierais que repetir hoy, ¿cambiaríais algo?
Hombre A: «Yo no cambiaría nada. Fue perfecto».
Hombre B: «No creo que lo hiciera»
Hombre C: «No, en absoluto».
Cosmo Hispano