El idilio de Chávez con la presidente chilena Bachelet ya es historia. Pasaron los tiempos de la gloriosa izquierda de América Latina, que parecía un bastión llamado a perdurar y en cuyo centro refulgía la estrella del teniente coronel venezolano cargado de petrodólares. Hay una imagen famosa de aquella época dorada, que recorrió las primeras planas en su momento y hoy reaparece en las redes sociales.
Es una foto del “comandante eterno” besando la mano de la mandataria chilena, quien mostraba cara de sorpresa, pero también de satisfacción, ante la reverencia de su colega y compañero de ideología. Seguramente la olvidó el capitán Diosdado Cabello, quien acaba de convertir a la señora en objeto de sus diatribas al presentarla en su programa de televisión como cómplice de Pinochet. Doña Michelle, según el machador del Canal 8, gobernó con la Constitución impuesta por el asesino de Allende y merece, por lo tanto, eterno baldón. ¿Por qué el cambio de actitud? ¿Cuál es la razón de ese paso de la afectuosa cercanía a la condena pública?
En su papel de comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, la ex presidente Bachelet ha hecho afirmaciones contundentes sobre la violación de elementales prerrogativas de la ciudadanía y de valores primordiales de la humanidad, cometida por el régimen de Nicolás Maduro. No hizo otra cosa que cumplir con su deber, se apegó a testimonios concretos de la crueldad utilizada por la dictadura venezolana contra sus víctimas, los cuales debe valorar como parte de las funciones que ejerce y debe comunicar desde su tribuna. No hizo otra cosa que ser consecuente con las investigaciones de su despacho, llevadas a cabo por profesionales de un organismo internacional de alto nivel a quienes corresponde ofrecer resultados irreprochables que quedan bajo el examen del mundo.
La comisionada Bachelet hizo declaraciones contundentes contra la dictadura de Maduro. Se refirió a la existencia de colectivos armados por el oficialismo que causaban la consternación de la ciudadanía y se cebaban contra los opositores. Habló del uso excesivo de la fuerza por la policía contra manifestantes pacíficos. Se detuvo en el señalamiento de muertes y torturas perpetradas por las fuerzas de seguridad, sobre las cuales guarda pruebas en su archivo. Hizo especial referencia a las FAES, para responsabilizarlas del asesinato de 37 personas en redadas arbitrarias que sucedieron en el mes de enero. No dejó de comentar las tropelías de los esbirros en los barrios humildes de Caracas contra sus pobladores, a quienes se persigue con particular saña por considerarlos como traidores a la “revolución”. Tales fueron los primores esparcido por la que antes fuera objeto de los amores y centro de las cortesías de Hugo Chávez.
La trascendencia de las declaraciones de la comisionada Bachelet no solamente radica en la seriedad y la solvencia de su origen, sino también en el hecho de que no las ha pronunciado un político como los que el chavismo cataloga habitualmente de reaccionarios, de fascistas y de agentes del imperialismo yanqui. Figura esencial del socialismo chileno, mandataria dos veces en su país como líder de las fuerzas de izquierda, formada de joven en institutos de la que fue la República Democrática Alemana, no cabe en las clasificaciones manidas que los “bolivarianos” utilizan para descalificar a sus adversarios. De allí que estemos ante una de las reprobaciones más contundentes y sólidas del régimen del usurpador, frente a las cuales no encontrará la manera de escabullirse. Porque con reacciones como la del capitán Cabello solo profundizará el tamaño de su fosa, ante la imposibilidad de borrar fotos indiscretas que le dan la vuelta al mundo como testimonio de lo que pudo haber sido y no es.
Editorial de El Nacional