Se acabaron las apariencias. El gobierno venezolano se quita la careta para mostrar el rostro de una dictadura del peor talante que recuerden los anales de la racionalidad republicana, cada derecho constitucional es fracturado por una jauría de enemigos jurados de la libertad. Durante años fueron madurando su cosecha de abusos, fueron logrando avanzar con la gasolina populista que dispensaba la incalculable fortuna nacional que desfalcaron en poco tiempo, asaltantes con los antifaces que resguardan su perversidad.
Venezuela parece tener la maldición de las aguas amargas. De pronto nuestro futuro quedó supeditado a la vorágine de un proceso revolucionario que condenó a la democracia nuestra a tener que padecer en el desierto de un desastre monumental. Las instituciones tienen los labios agrietados de lamer el bebedizo de una propuesta esquizofrénica que arrasó con la racionalidad y llevarnos hasta la postración. La hiel miraflorina emerge de la ponzoña de los escorpiones que luchan por apoderarse de lo poco que dejan, son seres despiadados cargando de rencor y profunda sed de venganza, de la entraña misma de nuestras miserias surgieron estos energúmenos que son una verdadera vergüenza para todo venezolano criado en la decencia. Los que gobiernan siempre fueron los peores de sus promociones. Seres incapaces que equiparan sus carencias con ser trampolines para la destrucción. Fluye el agua pestilente irrigando el esqueleto del estado nacional, cada estamento sufre la contaminación que fue heredada de la montonera alzada en la aciaga noche de la traición a la patria; viscoso color totalitario que no va ahogando hasta llevarnos al desiderátum.
En lo últimos días la dictadura venezolana arrecia ante la realidad de su inmensa impopularidad, la adhesión militante se esfumó hace mucho tiempo y para disfrazar la orfandad que padecen incrementan sus métodos totalitarios. Se olvidaron de cualquier tipo de proceso eleccionario que los descubra en el mundo, ahora su prioridad es mantenerse en el poder al precio que sea. Defienden todo el botín sustraído durante dieciocho años, la boliburguesia trata de enlodar todas las instituciones para librarse de la cárcel que espera pacientemente por sus huéspedes revolucionarios. Se quitaron la careta y sin ningún empacho hablan de arrasarlo todo.
La patria es un desierto de sol inclemente y aguas amargas. La maldición totalitaria busca que su tolvanera se trague la poca libertad que nos queda. Horas aciagas que son como una espada que pende sobre la cabeza de la patria…
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