Una votación secreta decidirá hoy el futuro de la congresista republicana Liz Cheney, una figura de innegable pedigrí conservador, líder del sector neocon , convertida en persona non grata para muchos miembros de su partido por su empeño en contestar las infundadas denuncias de fraude del expresidente Donald Trump.
Lejos de rebajar el tono y tratar de llegar a una entente con los suyos, la congresista pronunció anoche un encendido discurso en el hemiciclo de la Cámara de Representantes en el que acusó a Trump y sus defensores de estar «en guerra con la Constitución». Estados Unidos, alertó, «se enfrenta hoy a una amenaza nunca vista. Un expresidente que provocó un ataque violento contra este Capitolio para tratar de robar las elecciones ha retomado su agresivo intento de convencer a los americanos de que le robaron las elecciones».
Su actitud, sostiene Cheney, puede provocar más violencia y minar seriamente la democracia norteamericana. «Millones de americanos han sido engañados por el expresidente, solo han oído sus palabras pero no la verdad mientras él sigue minando nuestra democracia y sembrando dudas sobre si realmente funciona», dijo Cheney, llamando a sus colegas a reaccionar y cumplir su juramento de defender la Constitución.
«Permanecer en silencio e ignorar la mentira solo envalentona al mentiroso. No cuenten conmigo. Yo no me voy a sentar y mirar en silencio mientras otros llevan a nuestro partido por un camino que se aleja del estado del derecho y se suman a la cruzada del expresidente para resquebrajar nuestra democracia», defendió a pocas horas de la crucial reunión de la conferencia republicana.
Cheney se salvó hace unos meses de una prueba similar a la que hoy le espera en el Capitolio. Esta vez, sin embargo, todo indica que su suerte está echada y sus colegas aprobarán hoy despojarla de sus cargos internos en el Congreso. “Después de escucharos durante los últimos días, está claro que tenemos que hacer cambios”, afirma Kevin McCarthy, líder de la minoría republicana en la Cámara Baja en la carta a sus colegas de cara a la votación de hoy, que decidirá si la representante de Wyoming puede seguir siendo o no la tercera conservadora de mayor rango en la Cámara Baja. Cheney, como demuestra el desafiante discurso de anoche, ha asumido su destino con la cabeza alta.
El partido, y el propio Trump, tienen ya a una sucesora en mente, la congresista Elise Stefanik, representante del estado de Nueva York. El recorrido ideológico de esta republicana ilustra bien el viraje que ha protagonizado su partido en los últimos años. Elegida por primera vez para el Congreso en el año 2014, cuando tenía solo 30 años, Stefanik pasó de cultivar un perfil moderado y marcar distancias con Trump a defenderlo con ardor en el 2019 cuando este fue sometido a su primer impeachment por sus presiones a Ucrania.
LLa Vanguardia