El grupo Les Luthiers derrochó en la capital ecuatoriana la elegancia de su característico humor fino, en el espectáculo ¡Chist!, con el que arrancó carcajadas a un público al que le habló de temas tan serios como la corrupción, la política, la juventud, las drogas y el amor.
Les Luthiers (Carlos López Puccio, Carlos Núñez Cortés, Marcos Mundstock, Jorge Maronna, Horacio «Tato» Turano y Martín O’Connor) presentaron en Quito una antología que incluyó distintas obras de sus cincuenta años de trayectoria, con una variedad de géneros musicales y humorísticos.
Con su personalísimo estilo y en un sobrio escenario en el que aparecieron con un impecable traje negro y camisa blanca, los argentinos echaron mano de la música para denunciar algunos problemas que aquejan al mundo, como la pobreza y la miseria.
La política y la corrupción no quedaron de lado. Dos de los integrantes interpretaron a un par de políticos que pedían a un músico que cambiase el himno del país para exaltar la figura de un presidente y convencer a la población de apoyar las causas de un partido político.
En un diálogo en el que se atropellaron el cinismo, la ironía, la egolatría, las mentiras y las pretensiones de alterar realidades históricas, los artistas relataron la creación de una comisión para modificar la canción patria.
«Usted y yo nunca habíamos estado en una comisión tan importante», comentó uno con aires de grandeza dirigiéndose al otro que respondió: «eso es cierto, hasta ahora solamente habíamos cobrado comisiones importantes».
Con un manejo magistral de varios instrumentos musicales, los integrantes del sexteto hablaron irónicamente sobre la disyuntiva de traicionar principios y caer en actos inmorales «para entrar en la historia».
En medio del diálogo entre los dos políticos y el músico, se intercalaron presentaciones en las que se turnaron, sin descanso, los seis argentinos, que pasearon su estatura artística internacional en el teatro de la Casa de la Cultura, ante un público que no paró de reír durante las dos horas del espectáculo.
La llamada de atención sobre temas de medioambiente, lo dio el dúo «Los ecológicos», en una escena en la que, con guitarra y pandereta en mano, dos de los artistas cantaron sobre la contaminación, la deforestación y los efectos de la concentración de la población en las ciudades.
De vuelta a la historia de los políticos hablaron de democracia, dictadura, intervencionismo y sobre estrategias para engañar a la población con artimañas, como inventar enemigos y conflictos.
«Es una hipótesis lo del conflicto, total, la gente ¿qué sabe?. Acá lo importante es inventar un buen enemigo, después, el conflicto sale solo», dijeron, y cuando se refirieron a la importancia del papel de los periodistas y sus investigaciones, el público les brindó sonoros aplausos y gritos de aprobación.
En la escena de «Martín el seductor», los argentinos no se limitaron a discutir sobre el amor y, a punta de canciones, pusieron en escena la traición, los prejuicios, la religión, los intereses económicos y la hipocresía, elementos compuestos magistralmente en una pieza de inteligente humor.
A un fragmento musical centrado en el tema de los celos, le siguió la interpretación de un monje que pedía fuerzas para resistir «la tentación de la carne» y, entonces, los dardos de la ironía se dispararon contra la religión.
El superior del monje le reprendió por la lujuria que vio en sus ojos mientras rezaba ante la imagen de una santa: «Te estás condenando, ¿qué me dices del voto de castidad?», le preguntó, a lo que el monje respondió: «Nada, que yo voto en contra».
En medio de la penumbra del escenario y con cartillas musicales en mano, como si de un coro de iglesia se tratase, los argentinos se explayaron luego en un cántico sobre la educación sexual de los jóvenes, en el que confrontaron consejos para evitar riesgos con creencias que hablan de pecado.
«El uso del preservativo, es un método moderno, contra el contagio es efectivo, pero te vas al infierno. Los jóvenes que desean salvarse, deben seguir nuestro consejo para tener una vida apacible…aaaamén, aaaaamén, aaaamen…lo menos posible», dijeron al cerrar el canto de tono religioso con un juego de palabras que mezclaba aquel amén, de así sea, con el verbo amar conjugado. EFE