Cuando la excelente película de Miguel Ferrari, “Azul y no tan rosa”, obtuvo recientemente el premio Goya, el máximo galardón del cine español, en el rubro de mejor filme iberoamericano, en Venezuela hubo numerosas y entusiastas expresiones de júbilo. En esto no hubo polarización de ningún tipo. Todos, sin excepción, celebramos ese triunfo como propio.
Era la primera vez que Venezuela obtenía, después de varios intentos, el que se considera el Oscar de la cinematografía de la madre patria. La prensa durante días le dio el despliegue que una noticia de esa magnitud merecía. Y no era para menos. Estamos seguros que a la hora de hacer un balance de lo más relevante de 2014, aparecerá el galardón otorgado a la cinta de Miguel Ferrari, que entre otras cosas habla de tolerancia, respeto y comprensión hacia la diversidad.
La misma relevancia que en ese balance obtendrá indudablemente el gesto de solidaridad de Jared Leto, quien, el domingo pasado, en su discurso de aceptación del Oscar como mejor actor de reparto por su magnífica interpretación en la película “Dallas Buyers Club”, tuvo para quienes en Venezuela libran por estos días, motorizados por el movimiento estudiantil, una lucha contra el totalitarismo, la inseguridad, el odio inoculado desde el poder, el desabastecimiento y otros males que nos agobian, producto de las políticas desacertadas de un régimen que se empeña en hacer de Venezuela un infierno comunista.
Por ello nos extraña que el animador Leonardo Villalobos, vía Twitter, descalifique la actitud de Leto como la de “alguien que ni sabe en qué lugar del mapa quedamos”. ¿Cómo lo sabrá? ¿Por qué tanta insidia contra alguien que, haciendo uso de una tribuna donde su mensaje llegara a cientos de millones de personas en todo el mundo, apeló a su libertad de expresión para manifestar libremente su opinión?
Aunque Villalobos afirme no ser “chavista ni opositor” -algo que cada vez resulta más cuesta arriba en este polarizado país-, utiliza el mismo lenguaje descalificador de los jerarcas del régimen y sus seguidores para cuestionar a quien no está de acuerdo con su manera de ver las cosas. Sólo le faltó tildar al actor de “fascista”, “imperialista”, “oligarca”, “agente del imperio” y otras lindezas propias de la jerga oficialista.
Coincidimos plenamente con el animador de “Sábado Sensacional” cuando saluda el triunfo de “Azul y no tan rosa” en los Goya, o la alegría que sentiría si Edgard Ramírez llegara a ganar un Oscar. Eso llenaría de felicidad a cualquier venezolano, independientemente de su posición política.
Lo que sí no compartimos es que, al comentar las palabras de Jared Leto y el efecto que tuvieron en las redes sociales, diga: “Quiero que el nombre de Venezuela suene por sus logros, por el reconocimiento a nuestros valores”. Bueno, es una opinión que respetamos, pero que no compartimos en ninguna de sus partes, aunque tampoco lo vamos a descalificar por eso. Pero si de hablar de valor vamos, justamente admiramos el de los estudiantes venezolanos que en este momento, en una lucha desigual, en medio de una feroz represión que ya contabiliza 18 muertos y cientos de heridos, se mantengan más firmes que nunca defendiendo denodadamente el retorno de la democracia que nos quieren arrebatar quienes desde el gobierno, en lugar de comportarse como estadistas, lo hacen como si de una partida de malandros se tratara.
Hacia esos estudiantes, y el resto de la sociedad civil que los acompaña, sentimos el mismo orgullo que nos invadió cuando “Azul y no tan rosa” se hizo con el Goya, o si Edgar Ramírez ganara alguna vez el Oscar.
EDC