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Las peores frases para terminar una relación; ¡Evítalas!

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Las peores frases para terminar una relación; ¡Evítalas!

Dar por finalizada una pareja no es fácil. Pero recurrir a frases mentirosas no ayuda en nada, es más, son un cuasi insulto para el intelecto de quien las recibe. Acá, un análisis de las razones menos verdaderas y más usadas a la hora de decir “no va más”.

 

Terminar una relación es de por sí difícil. Pero mucho más complicado todavía resulta ser el susodicho del otro lado de la cuestión, es decir, “el dejado”. O, para buscar otros términos más contundentes y menos amigables: el repuesto usado, la miel vencida o las dos tapitas húmedas de una galletita a la cual se le comió el relleno. Decile como sea que no va a dejar de ser doloroso. Es que no hay forma agradable de comunicarle al señor o señorita de turno que ya no es bienvenido en estos pagos e invitarlo a que “siga participando”.

 

Propongo olvidarse de las sutilizeas y decir lo que hay que decir de forma sencilla y escueta. Nada de metáforas, ni excusas poco creíbles, hay que ir al grano, al meollo (¡qué linda palabra!) de la cuestión. Es menos desgarrador arrancar una curita de golpe que en pequeñas tandas. Total, el vello protector volverá a crecer, no desesperen. Un “ya no va más” o “no siento lo mismo que antes” es preferible a la sarta de excusas que se repiten sin cesar y que son mucho más indignantes que la verdad a secas.

 

Quien diga el famoso “no sos vos, soy yo”, por ejemplo, amerita recibir un listado de improperios sólo por carecer de originalidad. De verdad, muchachos, esa excusa está tan trillada que hasta existe una película con ese título. Sean un poquito más creativos o limítense a decir las cosas como son. Es preferible un “ya no te amo”. Y si no saben encontrar mejores palabras, escuchen un poco a Sabina, quizás puedan robarle algunas líneas del tema “No puedo enamorarme de tí”. No sé cómo lo hace, pero este cantautor español debe ser de las pocas personas que logra decir “no te quiero” con estilo y sin que una se ofenda tanto. Claro que debe ser, en gran parte, porque es Sabina y porque sus letras no están dedicadas a una. Imagino que las señoritas dejadas por Joaquín seguramente habrán querido revolearle algún que otro insulto cuando el señor les cantaba que no las quería más.

 

“Necesito un tiempo para encontrarme” no es digno de ser escuchado por el dejado. No se lo merece. ¿Un tiempo para encontrar a quién? Si estás perdido comprate un GPS emocional e incrustátelo en el medio de tu ser, pero no vengas con esa mentira. Además, si en toda tu vida no pudiste ubicar dónde estás, dudo que vaya a suceder en cuestión de semanas o meses. Y eso de decir “un tiempo” es espantoso, porque pone al otro en una suerte de pausa, de limbo impreciso. ¿Qué se supone que tiene que hacer el futuro dejado mientras vos estás nadando en tu reloj de arena? ¿Esperarte contando cuántos caramelos le quedan en el pastillero? Creo que es mejor cortar de una vez y permitir que el dejado revolee su libertad sin limitaciones.

 

“Estoy atravesando un momento difícil”. ¿En serio? ¿Y de qué se trata? Porque decir eso es la nada misma. El término “momento” es demasiado amplio. y “difícil” tampoco especifica de qué va la cuestión. Quien lo escuche probablemente sienta que hay algún tercero involucrado. Así que esta razón lejos de permitir al dejador eludir la necesidad de tener que explicar el motivo del fin, lo pone en graves aprietos. Es probable que su pareja lo hostigue día y noche para que confiese su supuesto amorío. Así que, olvídense de esta frase, que es muy poco efectiva y fomenta la paraonia.

 

Y por último, una mención especial para una técnica que viene de antaño y ya bien puede clasificarse de “clásico infaltable”: desaparecer sin dar ningún aviso. Así es, todavía están los que, de un día para otro, dejan de atender el teléfono, te borran del Facebook y Twitter. Creen que la ausencia y el silencio es más contundente que cualquier discurso. Argumentan que no vale la pena explicar lo inexplicable. Yo creo que son cobardes. Por más que cueste hay que saber poner punto final. Mirar a los ojos al otro y darle la posibilidad de que pida razones, pregunte y repregunte. Toda relación merece tener un fin. Y no tiene por qué ser eterno, ni melodramático, sino simplemente existir. Los finales abiertos son peligrosos porque se prestan a diversas interpertaciones, que por lo general suelen ser bastante rebuscadas y come bocho.

 

 

Fuente: EM

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