Ayer sábado nadie dudaba de la asombrosa capacidad de la señora Hebe Bonafini para escurrir el bulto y salirse con la suya, a pesar de que la opinión pública ya la tiene bien identificada porque la máscara está un poco desgastada de tanto uso y abuso. Es difícil describirla ahora cuando no tiene el poder de antaño y la mano protectora y corrupta de la familia Kirchner porque, al rompe, se le ven las costuras y la hipocresía. Trágico destino el de estos personajes que pudieron ser referencia para la sociedad y que, por su prepotencia y altanería, se fueron hundiendo en sus propias falsedades.
Aquí, en Venezuela, los periodistas le recuerdan por su actitud arrogante y seca, que, desde luego, poco se correspondía con el de una mujer luchadora por los derechos humanos, valga decir, más sensible y cálida. Al contrario, se mostraba tan seca como un atado de leña destinada a dar fuego a la chimenea. Es obvio que ante el talante abierto y cercano de la gente del Caribe y su entrega alegre a la difícil misión de la justicia social, resultara extraña tanta distancia en un personaje que los medios de comunicación del oficialismo habían elevado, con frecuencia inusitada, a la virtual santificación.
Ahora que un juez argentino ha decidido esclarecer sus andanzas y separarlas de lo que decía y practicaba como “su misión en la vida”, podemos observar ante nosotros a un ser de carne hueso, con defectos y quizás virtudes, pero no por ello exenta de responsabilidades ante la justicia de su país.
Que el gobierno de la malacostumbrada familia Kirchner le haya dado poder y dinero era algo que estaba en los oscuros planes de estos pillos antes señalados, pero también es cierto que quien se cree por encima de la mayoría de la gente debe observar una conducta acorde con la imagen que tiene de sí misma.
Y picarescamente la señora Hebe de Bonafini quiso jugar a ser dos personajes, como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, valga decir, la líder de las Madres de Plaza de Mayo y la “gerente general” de un proyecto de construcción de viviendas sociales del programa Sueños Compartidos. El error mayúsculo que cometió Bonafini fue olvidar que todo proyecto que recibe financiamiento por parte del Estado está sujeto a la acción de la Contraloría y de las exigencias de rendición de cuentas. Y allí fue atrapada.
De nada vale hoy ser amiga de Cristina Kirchner, ahora muy ocupada en su propia e imposible defensa dada la gravedad de las acusaciones que vuelan a su alrededor, y tampoco vale nada el exceso de expresiones destempladas que lanza Bonafini por doquier cuando la prensa se le acerca.
Días atrás, la señora Bonafini -tal cuentan las agencias internacionales de noticias- se “mostró retadora” y dijo que el juez que lleva la causa, Martínez de Giorgi, “no tiene huevos para moverse contra los que de verdad se tiene que mover. Se la agarró con un grupo de viejas”, dijo la activista. “Se la agarró conmigo, que se meta con los que roban pero no con las Madres”.
¿Y si una madre roba, y si va de manos agarradas con los que roban? ¿Qué le dice ese mal ejemplo a la sociedad? Diga, Hebe
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Editorial de El Nacional