¿Cuántas veces te has sentido un poco culpable por tener una fantasía sexual que no incluía a tu pareja? Lo cierto es que en ocasiones tratamos de darle explicaciones o de ocultar aquellas imágenes o deseos que expresamos mediante fantasías cuando, en realidad, no es algo negativo.
Si tienes pareja no hay ningún problema en que de vez en cuando juguetees con alguna fantasía sexual. Si estás soltera tampoco es un inconveniente, y es que en realidad este imaginario no es más que eso: producto de nuestra imaginación, de nuestras ideas, de cosas que vemos o leemos pero que no necesariamente se harán realidad.
Las fantasías sexuales son el principal motor de la imaginación erótica, nos permiten visualizar escenarios que nos estimulan y aumentan el deseo sexual, lo que nos hace tener la necesidad de encontrarnos en la intimidad con nuestra pareja, independientemente de que vayamos o no a hacerlas realidad.
Y es que aunque muchas mujeres se sientan perturbadas por su presencia, no hay por qué alarmarse. El hecho de que alguna vez hayas fantaseado con un encuentro en el que otra mujer está presente, o con una escena de sado al mejor estilo del señor Grey, no quiere decir ni que te gusten las mujeres, ni que te vayas a convertir en la reina del sado. Es simplemente una imagen que te permite visualizar algo que puede estimularte a cierto nivel y que no conviene reprimir o bloquear.
Tener fantasías sexuales te permite visualizar escenarios eróticos, te ayuda a excitarte y a disfrutar de tu propio cuerpo en el caso de que acompañes la fantasía con masturbación. Se trata una forma excelente de prepararte para la intimidad y aumentar el erotismo, además de ser una gran vía para concentrarte en algo más allá de tus preocupaciones diarias y combatir el estrés y la tensión.
Es una forma excelente de pasearnos por nuestros anhelos y deseos mientras salimos de la rutina a través del órgano sexual más poderoso: nuestro cerebro.
Fuente: Nosotras
