Las barras gritonas

 

El jueves un total de 26 niños del municipio Sucre del estado Miranda sesionaron como concejales. No se puede dudar que los muchachos se tomaron el trabajo en serio. Algunos con saco y corbata y las niñas con trajes de chaqueta. Todos aceptaron el reto de asistir a la solemne cámara del Concejo Municipal para discutir con respeto y altura algunos problemas. Esa es la primera lección: los problemas son comunes, les afectan y les preocupan el embarazo precoz, las enfermedades de transmisión sexual y el tráfico y el consumo de drogas en sus escuelas.

 

 

Para ellos la lección que debían aprender era identificar las dificultades que tienen y demostrar que, aunque se tengan visiones diferentes, todos pueden intercambiar pareceres de manera relajada y respetuosa para conseguir la mejor solución. Al final, eso es la democracia, y hay que aplaudir la iniciativa de enseñarles a los niños desde pequeños que este ejercicio es posible sin insultos, violencia ni vejaciones al que piensa diferente.

 

 

Otro panorama muy distinto se vivió este mismo jueves en el Hemiciclo del Palacio Legislativo. Los diputados de la Asamblea Nacional se disponían a debatir sobre la propuesta de ley de producción nacional. La minoría del autodenominado Bloque de la Patria, como no tiene argumentos, decidió que lo mejor era entorpecer la labor parlamentaria y se armó de una barra que gritaba y vociferaba consignas vacías para que los legisladores interesados en trabajar por el país no pudieran ni escucharse.

 

 

Henry Ramos Allup ordenó el desalojo de las gradas superiores del Hemiciclo, pero hubo resistencia. Incluso del diputado Francisco Torrealba subió a gritar con el grupo de afectos al oficialismo. Peligro había, pues informó el presidente de la Asamblea que “había gente armada, militares vestidos de civil”, y obviamente estaban dispuestos a crear un caos. El resultado fue la suspensión de la sesión, una discusión importante sobre cómo asegurar mecanismos para la producción de alimentos con la finalidad de acabar con la escasez.

 

 

Cuando estas cosas suceden, hay que preguntarse si será que la bancada minoritaria del oficialismo no tiene problemas para conseguir leche, harina, café, aceite, azúcar, papel tualé. ¿Será que todos los diputados rojitos tienen conucos, gallinas ponedoras, pollitos, vacas lecheras? ¿Les alcanza el sueldo parlamentario para bachaquear? ¿A qué hora se levantan a hacer las colas? ¿Compran con número de cédula?

 

 

El error debe ser pensar que son problemas comunes que afectan a todos por igual; o que si no los afectan tanto, comparten el interés por el bienestar del venezolano de a pie. Pero no, los parlamentarios rojos rojitos no piensan en el pueblo, piensan en ellos mismos y en sus cuotas de poder. Por eso les es tan difícil hacer como los niños concejales, discutir con seriedad y respeto para solucionar los problemas que afectan a todos.

 

 

Es aquí cuando cobra importancia la educación cívica fuera de un libro y del aula de clases. Hay que evitar a toda costa que lo que está pasando vuelva a pasar en Venezuela.

 

 

Editorial de El Nacional

 

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