En la Venezuela del madurismo militar, el pueblo ya no muere de hambre sino que encuentra la muerte cuando sale a la calle a tratar de obtener algún alimento para paliar la necesidad que azota a su familia. Se trata de una muerte anticipada porque lo que realmente ocurre es que acortan las largas y dolorosas mañanas, tardes y noches durante las cuales la falta de pan y la sed se convierten en puñales al vuelo que anuncian una lenta matanza que no discrimina entre ancianos, jóvenes o niños.
Se trata de una serie de asesinatos en cámara lenta, cruentamente calculados por una secta política que nació matando en un asalto al poder y que no ha cesado de matar desde que su jefe, torpe e ignorante pero astuto, se fue despojando de su uniforme de patriota y se entregó en manos de intereses extranjeros que abanderaban el chantaje exitoso de una revolución que nada ha construido y que todo lo ha sumido en la ruina, llevando al exilio forzado a millones de personas que fueron humilladas, perseguidas o fusiladas por «héroes cobardes», como el Che Guevara, especializados en llevar al paredón a gente desarmada. Cuando Guevara se vio rodeado por los soldados bolivianos, que menospreciaba, gritó: «¡No me maten soy el Che!». De nada le sirvió el grito cobarde.
Estas perversiones revolucionarias han sido copiadas al dedillo por los marxistas reencauchados y encapuchados que, armados de fusiles, mentiras e insultos, proclaman el nuevo evangelio desde las alturas de la presidencia y de los ministerios, bien protegidos por escoltas y camionetas blindadas pero jamás a pie por los callejones de los barrios en los cuales ya entendieron que la tal revolución no es sino una gran estafa, que aquí como en Cuba los jefes civiles y militares disfrutan de lujos y privilegios que nunca estarán a la disposición de los más pobres.
Lo que más hierve la sangre es que estos salvadores de la patria ahora arremeten a tiro limpio contra gente del pueblo que protesta sin portar armas y solo porque tienen hambre.
Matan a un ama de casa en Táchira y el gobernador Vielma Mora lanza al aire una pregunta: «¿Qué hacía esa señora a esa hora fuera de su casa?» ¿Y usted qué hizo, señor gobernador, se pregunta la gente, para que Hugo Chávez lo botara del Seniat sin dar explicaciones? Debe haber sido por algo muy grave, tan grave como la muerte de esa señora por las fuerzas que, supuestamente, están bajo su comando. Asuma el reto: hablar con la verdad en la mano.
Igual se lo exigimos al jefe bolivariano que ordenó disparar contra Luis Josmel Fuentes, de 21 años de edad, asesinado este sábado en Cerezal, cerca de Cariaco, en el estado Sucre.
Ese es el lado flaco de los bolivarianos: la cobardía, la falta de coraje. El pueblo venezolano perdona pero no tiene mala memoria y hoy, cuando un grupito de civiles y militares les dispara «a lo macho», la gente recuerda que esta camarilla ahora en el poder nunca ganó una batalla militar. Los militares democráticos los derrotaron en dos claras y rotundas oportunidades.
Editorial de El Nacional