Tanto si el valor de los bitcóines sube como si baja, todo el mundo se pregunta lo mismo: ¿Qué posibilidades ofrecen exactamente los criptoactivos?
La tecnología en la que se basan estos activos —incluidas las cadenas de bloques— supone un avance fascinante con potencial para revolucionar otros sectores, más allá de las finanzas. Por ejemplo, podría impulsar la inclusión financiera al proporcionar nuevos métodos de pago económicos a personas que no disponen de una cuenta bancaria oficial y, de paso, empoderar a millones de personas en países de bajo ingreso.
Su potencial de beneficio ha hecho incluso que algunos bancos centrales se planteen la posibilidad de emitir monedas digitales propias.
Antes de llegar a ese punto, sin embargo, deberíamos dar un paso atrás y concienciarnos de los peligros que comporta la promesa.
El peligro de los criptoactivos
La razón por la que los criptoactivos (llamados también criptomonedas) resultan tan atractivos es la misma que los hace peligrosos. Se trata de ofertas digitales construidas de forma descentralizada, sin necesidad de un banco central. De este modo, las transacciones de criptoactivos tienen un componente de anonimidad muy parecido al de las transacciones de efectivo.
El resultado final es que constituyen un importante vehículo nuevo para el blanqueo de dinero y el financiamiento del terrorismo.
La magnitud del problema se pone de manifiesto en un ejemplo reciente.
En julio de 2017, una operación internacional liderada por Estados Unidos clausuró AlphaBay, el principal mercado criminal en línea de Internet. Durante más de dos años, AlphaBay se utilizó para vender drogas ilegales, armas de fuego y sustancias químicas tóxicas en todo el mundo. Antes de que fuese desactivada, la plataforma sirvió para intercambiar más de USD 1.000 millones en criptoactivos.
Evidentemente, el blanqueo de dinero y el financiamiento del terrorismo son solo una de las facetas de la amenaza. La estabilidad financiera es otra. El rápido crecimiento de los criptoactivos, la extremada volatilidad de sus precios comerciales y sus conexiones poco definidas con el mundo financiero tradicional podrían dar pie fácilmente a nuevas vulnerabilidades.
Por ello, debemos desarrollar marcos reguladores que permitan abordar un reto en constante evolución. Muchas organizaciones ya han comenzado a hacerlo.
Un ejemplo positivo de esta tendencia es que el Consejo de Estabilidad Financiera (CEF) está estudiando qué normas nuevas se requieren para adaptarse a los avances en fintech. Otro es el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), el organismo internacional que establece las normas para luchar contra el blanqueo de dinero y el financiamiento del terrorismo, que ha prestado asesoramiento a los países en materia de criptomonedas y otros activos electrónicos.
El FMI también trabaja en estas cuestiones. Impedir el blanqueo de dinero y combatir el terrorismo forman parte de la labor del FMI desde hace 20 años. Con las normas del GAFI como punto de partida, hemos llevado a cabo evaluaciones del marco regulador de 65 países y hemos proporcionado asistencia en el fortalecimiento de las capacidades a 120 países. Nuestras iniciativas se han centrado en ayudar a los países miembros a lidiar con el fantasma de los flujos financieros ilícitos.
No obstante, reconocemos que con ello no basta para poder controlar la amenaza creciente que suponen los criptoactivos y para garantizar la estabilidad del sistema financiero. ¿Por dónde debemos empezar?
Combatir el fuego con fuego
Lo primero que podemos hacer es centrarnos en políticas que garanticen la integridad financiera y protejan a los consumidores del mundo criptográfico como hemos hecho con el sector financiero tradicional.
De hecho, las propias innovaciones en las que se basan los criptoactivos pueden ayudarnos a regularlos.
Dicho de otra forma: podemos combatir el fuego con fuego.
Las tecnologías de regulación y supervisión pueden ayudar a excluir a los criminales del mundo criptográfico.
Estos avances tardarán años en pulirse y aplicarse. Dos ejemplos ponen de manifiesto lo prometedor de aplicar este enfoque en el largo plazo:
La tecnología de registro distribuido puede utilizarse para acelerar el intercambio de información entre participantes del mercado y reguladores. Quienes comparten interés por realizar transacciones en línea seguras deben poder comunicarse unos con otros sin contratiempos. La tecnología que permite realizar transacciones internacionales al instante podría llegar a utilizarse para crear un registro de informaciones estándares y verificadas de los clientes, junto a las firmas digitales. Un mejor uso de los datos por parte de los gobiernos permitiría también liberar recursos para asuntos prioritarios y reducir la evasión fiscal, incluida la relacionada con las operaciones transfronterizas.
La biometría, la inteligencia artificial y la criptografía pueden utilizarse para mejorar la seguridad digital y detectar transacciones sospechosas casi en tiempo real. De este modo, los cuerpos policiales jugarían con ventaja y podrían actuar rápidamente para impedir transacciones ilegales. Sería una forma de eliminar la “contaminación” del ecosistema de los criptoactivos.
Debemos asegurarnos también de que se apliquen las mismas normas de protección de los consumidores tanto en las transacciones digitales como en las no digitales. La Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos y otros organismos reguladores de todo el mundo aplican ahora a algunas ofertas iniciales de monedas las mismas leyes que aplican a las ofertas de valores estándares. De este modo, aumenta la transparencia y se alerta a los compradores de posibles riesgos.
De todos modos, ningún país puede abordar esta cuestión de forma unilateral.
La cooperación internacional es indispensable
Para que de verdad resulten eficaces, todas estas iniciativas requieren una estrecha cooperación internacional. Como los criptoactivos no conocen fronteras, el marco que los regule deberá ser también internacional.
Para clausurar con éxito AlphaBay, por ejemplo, fue necesaria la cooperación de Europol y las fuerzas del orden de Estados Unidos, Tailandia, los Países Bajos, Lituania, Canadá, el Reino Unido y Francia.
Serán los países quienes deberán decidir de forma colectiva si vale la pena seguir este camino. Es prometedor que el G-20 se haya comprometido a incluir los criptoactivos en la agenda de la cumbre que se celebrará en noviembre en Argentina.
El FMI asumirá la parte que le corresponde en esta iniciativa. Nuestra composición casi universal y nuestra experiencia, también en la lucha contra el blanqueo de dinero y el financiamiento del terrorismo, nos sitúa en una posición privilegiada como foro para ayudar a preparar respuestas en el cambiante espacio de los criptoactivos.
Criptografía, ¿y ahora qué?
La volatilidad de los criptoactivos ha generado un intenso debate acerca de si son una burbuja, una moda más o una revolución equivalente a la llegada de Internet, que trastornará todo el sector financiero y terminará sustituyendo a las monedas fiduciarias.
Evidentemente, la verdad se sitúa en algún punto entre estos extremos.
Como he dicho otras veces, sería una imprudencia ignorar a los criptoactivos; lo que debemos hacer es abrazar su potencial y reconocer a la vez sus riesgos.
Si trabajamos juntos, e impulsamos la tecnología por el bien común, podremos aprovechar el potencial de los criptoactivos y garantizar a la vez que no se conviertan en refugio para actividades ilegales o fuente de vulnerabilidad financiera.
Christine Lagarde / FMI