En Brasil no hay declarado ningún conflicto bélico pero se mata a más ciudadanos que en muchos países en guerra. Solo en 2017 se registraron 63.880 homicidios: es decir, 175 personas asesinadas al día a un ritmo de siete por hora, según nuevos datos de la ONG Fórum Brasileño de Seguridad Pública. De estas muertes, que suponen un aumento del 2,9% en comparación con 2016, 4.539 fueron de mujeres y 1.133 formaron parte de casos de violencia doméstica. Las violaciones también subieron un 8,4%: fueron 60.018 en aquellos 12 meses. Todo nuevos récords históricos para el principal país latinoamericano, donde los índices de violencia no han parado de subir en los últimos tres años.
Este incremento delata hasta dónde llega la desigualdad en Brasil. En realidad, la mayor parte del país ha conseguido reducir el número de homicidios: el aumento se concentra en tan solo 12 Estados de los empobrecidos norte y nordeste del país, pero es un repunte tan intenso que acaba disparando las cifras del país entero. Aunque São Paulo -el Estado más rico- registre 10,7 homicidios por cada 100.000 habitantes, Rio Grande do Norte -uno de los más pobres- registra 68. Así, la media brasileña se queda en 30,8. Hasta ahora siempre había estado por debajo de 30.
De esos 12 Estados, generalmente escenarios de batallas entre bandas criminales enfrentadas, Acre el segundo más violento (63,9 homicidios por cada 100.000 habitantes) y su capital, Rio Branco, es la más sangrienta de todas (83,7). Le sigue el Estado de Ceará (59,1) con la segunda capital más violenta del país, Fortaleza (77,3).
Un porcentaje cada vez mayor de esta violencia se debe a acciones precisamente diseñadas para detener la violencia. Los homicidios de civiles a manos de la policía han aumentado un 21,4%: 5.144 en todo el año, 14 personas asesinadas por agentes al día. El número de policías muertos, en cambio, sí que ha bajado, un 4,9% en comparación con 2016, de 386 aquel año a 367 el pasado.