Los colíderes de la formación de ultraderecha Alternative für Deutschland, Alice Weildel y Alexander Gauland. ALEZ SCHMIDTREUTERS
La AfD, con un 13% de apoyo electoral que se tradujo en 92 escaños, liderará la oposición de reeditarse la gran coalición
Faltaba media hora para la medianoche del pasado viernes cuando Alexander Gauland, líder y jefe del grupo parlamentario de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) cantó venganza. El ex fiscal berlinés Roman Reusch, su candidato a la comisión parlamentaria que supervisa el trabajo de los servicios de inteligencia alemanes, incluido el militar, había sido rechazado por sus señorías en votación secreta por sus ideas especialmente radicales y el temor a que parte de los datos sensibles que maneja ese gremio, el PKGr, llegue a los círculos de la extrema derecha y neonazis.
Con el reglamento en mano y la bilis subiéndole por la tráquea tras un nuevo fracaso en la colocación de sus peones -el segundo desde que se constituyó el Bundestag resultante de las elecciones del pasado 24 de septiembre- Gauland apeló a lo que en alemán se denomina ‘Hammelsprung’, es decir vaciar el hemiciclo y hacer que todos los diputados regresen a la sala por una puerta para su recuento. Hacia las 23:20, la vicepresidenta del Bundestag, Petra Pau, dijo tener en el redil 321 diputados. El reglamento dice que para la toma de decisiones es necesaria la participación, como mínimo, de la mitad del pleno, es decir de 355 de los 709 diputados que integran la Cámara en esta legislatura. Gauland ganó la batalla. «Esto ha sido nuestra revancha por el rechazo de Reusch. No vamos a permitir que se nos maltrate. Y esto es sólo el principio», advirtió.
La AfD, con un 13% de apoyo electoral que se tradujo en 92 escaños, liderará la oposición de reeditarse la gran coalición. Eso le dará derecho, de seguirse la tradición parlamentaria, a presidir tres comisiones, además del privilegio de ocupar la tribuna más tiempo y de manera más visible que el resto de los grupos de la oposición, lo que ya hace y con estilo propio.
«Señora (ministra de Familia en funciones Katarina) Barley, le agradecería que me mirase cuando le pregunto y me responda», dijo este viernes desde la tribuna la diputada de AfD, Nicole Höchst en el primer debate sobre política de familia de esta legislatura. Y la pregunta fue sobre el matrimonio homosexual y los privilegios a esa Alemania que no aporta porque no se reproduce.
«Líderes de la oposición»
La AfD está crecida y sus jefes Gauland y Alice Weidel, reclaman como «presuntos líderes de la oposición», lo que parece ser cada vez más probable, la presidencia de tres comisiones: Presupuestos, Interior y Cultura. Una alianza parlamentaria contra las aspiraciones de AfD daría argumentos al victimismo, estrategia a la que esta formación siempre ha recurrido como arma política.
«Damos por hecho de que la comisión Presupuestaria será nuestra», ha declarado Weidel. Su candidato es Peter Boehringer, partidario de la salida de Alemania de la «ilegal unión intercambio del Euro» y, como todos en su partido, de «acabar con la invasión islámica que pone en peligro la existencia de Europa».
Para la comisión de Interior, especialmente importante para un partido que ha hecho de la antimigración su estandarte, AfD ha propuesto a Beatrix von Storch, eurodiputada que justificó el uso de armas de fuego para frenar en la frontera la llegada de refugiados al país y al ex policía Martin Hess.
La demanda en Cultura también levanta sarpullido. El Consejo de Cultura alemán, del que forman parte unas 250 asociaciones de primer orden, ha hecho un llamamiento a la clase política para que impida que un partido que llama al memorial del Holocausto el monumento de la vergüenza asuma las riendas de esa comisión. Las comisiones parlamentarias quedarán constituidas el 31 de enero, independientemente de las conversaciones para la formación de Gobierno.
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