Lo llaman el juego del tren, del camión o del bosque: depende de dónde y cómo se intente cruzar la frontera. Si “te pilla la Policía” se acaba el juego. Hakim, de 17 años, ha definido así su viaje desde Afganistán a los trabajadores de Unicef en las instalaciones del Gobierno serbio en Principovac, en el noroeste del país. En 2015 y 2016 los países europeos han registrado más de 740.000 peticiones de asilo por parte de menores, 158.000 de las cuales fueron presentadas por niños y chicos no acompañados, como Hakim. De ellas fueron resueltas casi 500.000, más de 312.000 de manera positiva.
El número de las resoluciones favorables en 2016 se ha cuadruplicado con respecto al año anterior, cuando fueron menos de 80.000. Pese al descenso de solicitudes presentadas por parte de menores no acompañados —que fueron en 2015 algo más de 95.000 y al año siguiente 63.000— el número de solicitudes de los niños y adolescentes sigue siendo cinco veces mayor que las recibidas por la Unión Europea entre 2008 y 2013.
La sobrecarga a la que tienen que enfrentarse los países por donde entran los migrantes, como Grecia e Italia, es una de las causas de los atascos en la resolución de los casos, según Sara Collantes, especialista en políticas de la infancia de Unicef. “Tenemos a más de 20.000 menores estancados en Grecia”, detalla. Michela Ranieri, analista jurídica de Save the Children, considera que además de huir de zonas de conflictos o del hambre, los menores pueden tener motivos específicos para pedir asilo, como huir de la mutilación genital, del maltrato, de la explotación, del reclutamiento.
La experta de Unicef recalca que la falta de una correcta evaluación de los distintos casos conlleva considerar la nacionalidad como el elemento principal a la hora de resolver una solicitud. Un menor sirio, procedente de un país en guerra, tiene una probabilidad de un 2% de que su petición sea rechazada, este porcentaje sube al 35% en el caso de un menor afgano y al 63% para un menor procedente de Nigeria, según Unicef.
Hakim, que llegó a Serbia con sus hermanos pero sin adultos, ha confesado a Unicef que están pensando escaparse del centro en Serbia para intentar llegar a Reino Unido, donde dice tener familiares. “Hemos tenido que enfrentarnos al riesgo a lo largo de todo el recorrido desde Afganistán. Esto no será diferente”, ha explicado a los investigadores de Unicef.
Collante y Ranieri coinciden en reconocer que el miedo a ser detenidos y a quedarse parados a las puertas de Europa, cuando su objetivo es seguir hacia el norte, es una de las razones que les empuja a eludir que las autoridades les identifiquen. Las dos expertas atribuyen este comportamiento con la ineficacia del sistema de reparto acordada entre los países comunitarios en septiembre de 2015 del que solo se benefician los sirios, los eritreos y los iraquíes a su llegada a Grecia o Italia.
El 38% de los menores no acompañados que ha solicitado asilo en Europa en 2016, alrededor de 24.000 adolescentes, precedía de Afganistán.Los sirios han sido casi 12.000 y los eritreos algo más de 3.000. El año pasado, Alemania ha sido el país que recibió el número mayor de peticiones por parte de menores no acompañados, con 35.935 personas; en Suecia (que en 2015 fue el Estado que recibió más solicitudes con alrededor de 35.000 casos) se desplomaron a 2.190. En Italia fueron algo más de 6.000, un 48% más que el año anterior, según Eurostat.
El cierre de las fronteras de los países de la conocida como ruta de los Balcanes, y el pacto firmado entre Europa y Turquía hace un año, ha supuesto un desplome de las llegadas a Grecia y ha desplazado el foco en el Mediterráneo Central, que se ha convertido en el mayor punto de ingreso de los menores solos. En 2016 más de 25.000 —el 75% del conjunto de los menores no acompañados que han llegado a Europa— han zarpado del norte de África para llegar a Italia. Unicef calcula que al menos 700 hayan muerto en el intento.
Mary, de 17 años y procedente de Nigeria, ha contado a esta organización haber sido violada por los traficantes en Libia, donde estuvo retenida con otras adolescentes antes de que la pusieran en una barcaza finalmente rescatada por la Guardia Costera italiana. “Se ponen en mano de los traficantes que los usan con los objetivos más variados: si hablan distintos idiomas incluso les usan para captar a nuevos menores”, dice Ranieri.
La falta de un sistema de seguimiento supranacional dificulta la posibilidad de tutelar el interés superior estos chicos a lo largo de todo el recorrido, según esta experta. “Los menores, y sobre todo los que vienen solos, deberían recibir una protección mayor pero en la práctica no es así”, concluye Collantes. Save the Children denunciaba en un informe de marzo que al menos 1.300 de ellos se encuentran en riesgo de explotación sexual y laboral en la ruta de los Balcanes.
El País
Por Confirmado: Gabriella Garcés