La detención del alcalde de Estambul, rival del presidente, desata protestas y cientos de detenciones. Los analistas apuntan a que Erdogan busca la manera para asegurarse otra legislatura
Faltan tres años para las elecciones presidenciales en Turquía, pero el país vive sumido en un constante alboroto electoral a la espera de que su presidente, Recep Tayyip Erdogan, que está en el poder desde 2002, tome medidas para asegurarse otra legislatura. El escenario político ha dado un vuelco esta semana con la detención del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, un líder muy popular percibido como el próximo contrincante de Erdogan en las urnas.
El partido de Imamoglu, el socialdemócrata CHP, celebra este domingo primarias para elegir candidato a presidente, con el alcalde de Estambul como aspirante favorito. Un día antes de su arresto, la Universidad de Estambul le revocó su diploma y si un tribunal lo acepta, quedaría fuera de la carrera por la presidencia ya que la ley electoral estipula que el jefe de Estado debe tener un título universitario.
Con la detención de Imamoglu, todos los potenciales aspirantes a la Presidencia en Turquía han sido detenidos o están encarcelados. En noviembre de 2016 ingresó en prisión la esperanza que iba a unir a turcos y kurdos, el político izquierdista Selahattin Demirtas. Varias sentencias lo mantienen entre rejas pese al dictamen del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que exigió su liberación. En enero de este año fue detenido Ümit Özdag, un líder populista que ganó adeptos con un discurso xenófobo contra las políticas migratorias de Erdogan. Sigue en prisión preventiva acusado de «insultos al presidente».
Sin embargo, Imamoglu es diferente a Demirtas y Özdag. Encabeza varias encuestas de popularidad por encima de Erdogan, es miembro del principal partido opositor, el socialdemócrata CHP, y dirige la alcaldía de Estambul, una ciudad de 16 millones de habitantes que concentra el 30% del PIB del país. Gobernar en Estambul es una carrera asegurada hacia la Presidencia, como ya lo fue para Erdogan en los años 90.
Detenido por dos investigaciones separadas de corrupción y terrorismo, junto a un centenar de personas de su círculo, Imamoglu acusa al Gobierno de «utilizar el poder judicial como arma» para mantenerse en el poder, mientras que su partido califica su arresto de «golpe de Estado contra el próximo presidente».
Human Rights Watch denuncia que su detención forma parte de «un patrón de investigaciones y procesamientos con motivaciones políticas» que se lleva desarrollando en el país desde hace tiempo, con centenares de arrestos de políticos, abogados y periodistas opositores. «Esta demostración de poder provocará un silenciamiento de la oposición» señaló Emma Sinclair-Webb, directora de HRW en Turquía.
Su encarcelamiento ha provocado protestas multitudinarias en grandes ciudades del país, pidiendo la dimisión del Gobierno y la liberación del político opositor. Se ha detenido a cientos de personas. Erdogan por su parte, señaló que le corresponde a los tribunales dictaminar el caso de Imamoglu y criticó a la oposición por «engañar al pueblo» al exagerar con su arresto.
El enigma del PKK
Las acusaciones contra Imamoglu son aún más desconcertantes en la coyuntura política que atraviesa el país. El alcalde de Estambul está acusado de liderar una organización criminal con vínculos con el PKK, la guerrilla kurda considerada terrorista en Turquía y la UE. Pero, al mismo tiempo, el Gobierno ha iniciado conversaciones con el grupo armado para su desarme y disolución, un proceso que podría poner fin a 40 años de conflicto. «Se mantienen conversaciones de paz con Imrali (PKK) y se pide con libertad la celebración de un congreso del grupo, pero lo otro (las políticas del alcalde de Estambul) son terrorismo», escribe el analista político Aydin Selcen.
Para Hurcan Asli Aksoy, directora del centro de estudios de Turquía (CATS), el Gobierno intenta presionar a todos los sectores de la oposición para su beneficio. «No solo busca dividir a la oposición, sino diseñar la oposición», explica a EL MUNDO.
Los analistas apuntan a que Erdogan está buscando una fórmula para poder asegurarse otra legislatura, a pesar de que está actualmente agotando su segundo y último, según marca la Constitución. Para poder seguir gobernando debe enmendar la Carta Magna o convocar elecciones anticipadas, lo que le otorgaría al menos otros cinco años de Gobierno, ya que su segundo mandato estaría incompleto.
Para la reforma constitucional necesita más apoyos parlamentarios, que podría obtener gracias a las negociaciones para poner fin a la guerra contra el PKK, con el apoyo de la formación prokurda DEM, tercera fuerza en el hemiciclo. Sin embargo, si se encamina a unas elecciones anticipadas corre el riesgo de ser derrotado por Imamoglu, que le saca varios puntos en las encuestas de popularidad.
«Ekrem Imamoglu asusta al gobierno. Hasta hace poco ‘terrorismo’ significaba ‘kurdos’, ahora significa también conseguir sus votos. No tiene sentido intentar demostrar que las decisiones no son legales, ni que el poder judicial está instrumentalizado», escribe el analista Ali Duran Topuz. «Ahora somos todos Ekrem Imamoglu. No lo digo como un lema solidario. Si la justicia no es justicia, nada existe. Cualquier derecho adquirido puede ser revocado en cualquier momento», lamenta Topuz.