No es que sea nada nuevo, pero por las redes sociales están circulando fotos y videos del Metro de Caracas que dan dolor, sobre todo a las generaciones que pudieron conocerlo y usarlo desde sus inicios y que saben el sacrificio que significó tener en la capital un sistema de transporte subterráneo de una calidad del primer mundo.
Una de las fotos muestra a los usuarios caminando por los rieles descubiertos del Metro hacia las estaciones Agua Salud y Caño Amarillo, de la primera línea que se inauguró en 1983. Luego, una seguidilla de gráficas que los mismos usuarios han ido mandando por las redes sociales en las que se puede ver basura acumulada, goteras y pisos levantados, escaleras mecánicas inservibles y hasta un pobre hombre desmayado o dormido en el piso de un andén.
La desidia de este gobierno chavista con el Metro de Caracas es impresionante. Especulando la razón de tan abandono, pudiera ser que el presidente que se hace llamar obrero odia demasiado el sitio del trabajo en el que fue dirigente sindical y aseguran que un famoso reposero. Pero el descuido del sistema de transporte comenzó desde los primeros años de Hugo Chávez, así que no puede decirse que es culpa solamente de Nicolás Maduro.
Y pudiera ser porque el Metro de Caracas es una muestra de lo que los gobiernos democráticos fueron capaces de hacer para el beneficio de la ciudadanía. Los primeros proyectos se levantaron en los años sesenta, cuando apenas tomaba vuelo la democracia en el país; se hicieron las primeras expropiaciones (estas sí para el beneficio de la población) y se contrataron empresas de primera para planos y trabajos iniciales.
Lo que más le debió dar rabia a Chávez y a la cuerda de adulantes que siguen gobernando después de su muerte es que los trabajos de gran envergadura comenzaron durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, en 1975 y ocho años después, durante el gobierno de Luis Herrera Campins, se inauguró la Línea 1 del Metro de Caracas. Es decir, de un gobierno adeco a uno copeyano, los trabajos no se detuvieron, no se perdieron los reales del presupuesto, no hubo dilaciones, no se paralizaron las obras porque eran de un mandatario de AD, sino que se completó la obra que se había propuesto y se inauguró.
Es decir, el Metro de Caracas es una obra de la democracia y era tan llamativa que parecía de otro mundo. Durante años funcionó muy bien, se hacía el mantenimiento riguroso que correspondía y servía a los usuarios con discreta eficiencia. Luego vinieron las ampliaciones.
El desarrollo del sistema subterráneo guarda lecciones y mensajes para varios sectores del país. Evidentemente, es la prueba de la ineficiencia de los chavistas como gobierno y de la corrupción que los envuelve, pues han hecho promesas y solo han dejado trabajos inconclusos, además de arruinar el existente.
El mensaje para los líderes opositores también debería interpretarse claramente, y es que cuando los gobiernos están dispuestos a trabajar por el beneficio de la gente, no importa el color político de su tarjeta; el dinero es de los venezolanos y las inversiones deben ser para mejorar su calidad de vida, sin importar qué nombre figure en la placa inaugural.
Ahora ¿quién será el que asuma la responsabilidad de arreglar lo poco que queda en pie del Metro? No por convertirse en héroe sino por ayudar a los usuarios que lo necesitan.
Editorial de El Nacional