La monarca llegó a la abadía de Westminster para el servicio religioso por su marido, fallecido hace un año, acompañada de su hijo el príncipe Andrés, quien ha sido apartado de la vida pública. Casi todas las casas reales europeas han asistido, también los reyes Felipe y Letizia.
Isabel II ha resuelto el difícil equilibrio de ser madre y reina, o el de ser una persona de 95 años con movilidad reducida y la cabeza de una nación que necesita ser visible en momentos clave, mediante el sutil recurso de una puerta lateral.
Al comenzar el servicio religioso en homenaje a Felipe de Edimburgo, la monarca evitaba la entrada principal de la abadía de Westminster y accedía por el acceso cercano al llamado Rincón de los Poetas, en el flanco sur del recinto. Se aseguraba de ese modo un recorrido más corto hasta llegar a la primera fila, frente al altar. Y podía caminar todo ese trecho, ayudada por un bastón y apoyada en el brazo de quien sigue siendo su hijo favorito, el príncipe Andrés.
Era la primera aparición pública del duque de York después de su acuerdo extrajudicial con Virginia Giuffre, la mujer que le acusaba en un tribunal estadounidense de haber abusado de ella al menos en tres ocasiones cuando era menor y estaba atrapada en la red de esclavas sexuales del millonario pedófilo estadounidense, Jeffrey Epstein. Isabel reina ha apartado definitivamente a Andrés de la vida pública, y le ha despojado de sus títulos militares y patronatos reales.
Isabel madre ha permitido que su hijo caminara con ella esos metros, y que ocupara un puesto en primera fila, junto a sus hermanos, en el homenaje que el duque de Edimburgo no pudo tener hace ya casi un año, en abril de 2021, cuando falleció.
Las restricciones sociales por la pandemia obligaron a una reducida misa funeral en la capilla del castillo de Windsor. Los millones de personas que han seguido la ceremonia a través de televisión, han comprobado que, en el ámbito privado, Isabel II guarda un espacio para su hijo Andrés.
La reina y sus cuatro hijos Carlos, Ana, Andrés y Eduardo han estado acompañados de sus respectivas parejas, hijos y nietos. Además, han estado presentes en el servicio religioso la mayor parte de las familias reinantes de Europa. A los reyes de España, Felipe y Letizia, se les han unido la reina Margarita de Dinamarca; así como los reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia; los reyes Felipe y Matilde de Bélgica; los reyes Guillermo y Máxima de Holanda con la madre del monarca, la exreina y ahora princesa Beatriz; la gran duquesa María Teresa de Luxemburgo; el príncipe Alberto de Mónaco (sin Charlene); y el príncipe heredero de Bahrein.
A la comitiva se han unido también Ana María de Grecia, aunque sin su esposo Constantino, delicado de salud, y dos de sus hijos: Pablo, con su esposa Marie-Chantal, y Felipe, con Nina Flohr. Kyril de Bulgaria, hijo de Simeón de Bulgaria, el último rey del país, también ha estado presente en la misa. Han faltado los reyes de Noruega, con Harald enfermo de coronavirus.
La abadía de Westminster, en la que Isabel y Felipe se casaron en noviembre de 1947, ha acogido a buena parte de la sociedad británica y de la aristocracia europea. La familia cercana, la lejana, casas reales europeas, cuerpos diplomáticos y de seguridad, políticos actuales y de tiempos pasados han llenado todos los bancos de la abadía.
Pese a conocerse con anterioridad, la ausencia de Enrique de Inglaterra y de su esposa, Meghan Markle, ha sido sonada. Los duques de Sussex y sus dos hijos viven en California, EE UU, y han decidido no formar parte de esta última despedida al abuelo de Enrique, a pesar de que acudieron al reducido funeral oficiado en abril en el castillo de Windsor. Sí que ha estado su hermano mayor, Guillermo, y la esposa de este, Kate, recién llegados de su polémica gira por el Caribe.
Los duques de Cambridge han acudido a la abadía acompañados de sus dos hijos mayores, Jorge y Carlota, de ocho y seis años, que han hecho allí su primer besamanos.
En el servicio ha habido lecturas y discursos y, finalmente, ha sonado el himno nacional. Para la ocasión, los hombres han vestido de traje de chaqueta, pese a que en un principio se habló de uniformes, finalmente se descartaron, mientras que las mujeres han escogido colores oscuros, algunas negro y otras, como Isabel II, Camila de Cornualles, Ana de Inglaterra o la reina Letizia, verde oscuro, un color que es un alivio de luto, no tan solemne como el negro, y que se asocia a Escocia, tierra de la que procede el título del difunto esposo de la reina.
Para la ocasión, la esposa de Felipe VI ha llevado un abrigo-vestido acompañado de un pequeño tocado en el mismo tono de la sombrerería madrileña Balel.
Fuente: El Universal