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La reelección de Rousseff en Brasil ya no es tan segura

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La reelección de Rousseff en Brasil ya no es tan segura

Hasta hace poco la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, parecía dirigirse hacia una cómoda reelección en octubre, pero ahora se encuentra en medio de una reñida competencia por una economía que ya sufría problemas y que ha empeorado.

 

El crecimiento económico, flojo durante buena parte de su mandato, se ve incluso menos promisorio este año y los economistas proyectan una contracción en el segundo trimestre.

 

La inflación está por encima del 6,5 por ciento y las cifras de empleo, uno de los aspectos destacados de la mayor economía de Latinoamérica, recientemente empezaron a mostrar problemas. La producción industrial se desplomó en los últimos tres meses y va camino a contraerse más de un 1 por ciento en el año, empujando a algunas manufactureras a comenzar a recortar puestos.

 

La frustración también crece en las mayores ciudades de Brasil. Servicios públicos deficientes y embotellamientos en las calles, dos factores que ayudaron a impulsar las manifestaciones masivas en todo el país el año pasado, hacen que la vida diaria sea para muchos una carga cada vez más insoportable.

 

Si bien muchos brasileños todavía están agradecidos por las dos presidencias previas que el Partido de los Trabajadores al que pertenece Rousseff ejerció con un sostenido crecimiento económico, lo que era un apoyo inquebrantable para su Gobierno ha comenzado a disminuir recientemente.

 

Rousseff no tiene suficientes votos para ganar las elecciones del 5 octubre en primera vuelta, de acuerdo a cifras reveladas por la encuestadora Datafolha el viernes.

 

Y su principal rival, el político de centro Aecio Neves, ha conseguido reducir la brecha para una posible segunda vuelta desde 27 puntos porcentuales en febrero a apenas 4 puntos porcentuales, un empate estadístico.

 

Un sondeo separado divulgado el sábado por el instituto Sensus también muestra que las elecciones se dirigen a una segunda ronda, en la que Rousseff y Neves van codo a codo.

 

Las cifras han revitalizado al bando de Neves, lo que le ofrece una serie de temas para explotar en la contienda.

 

«Existen las condiciones para una victoria de la oposición, (debido a) las cifras de Dilma, la fatiga del Partido de los Trabajadores, la desaceleración económica y la falta de ideas nuevas en la política del Gobierno», dijo el lunes a Reuters el senador Aloysio Nunes, el compañero de fórmula de Neves.

 

Si Neves consigue imponerse en las elecciones, los inversores podrían esperar un regreso a las políticas amigables con los mercados que allanaron el camino al boom económico que experimentó Brasil durante la década pasada.

 

Neves ha prometido restaurar la credibilidad fiscal de Brasil controlando el gasto público sin sacrificar los programas de bienestar social que son tan populares entre la base de votantes de Rousseff.

 

Mientras se aprestan a iniciar los meses intensos de campaña, tanto Neves como Eduardo Campos, un candidato advenedizo de otro partido de izquierda, se concentrarán en los puntos negativos del Gobierno que han comenzado deteriorar las bases del apoyo a Rousseff.

 

«El peor enemigo de Rousseff no es Aecio Neves, sino sus propias cifras de desaprobación», dijo Thiago de Aragão, socio de la consultora Arko Advice en Brasilia.

 

Según analistas, esas cifras implican que si Campos es eliminado en la primera vuelta electoral, sus votantes posiblemente volcarán su respaldo a Neves en el balotaje.

 

El sondeo de Datafolha mostró que la cifra de brasileños que dicen que nunca votarían por Rousseff ha subido a 35 por ciento, el doble de quienes rechazan a Neves, mientras que ahora el 29 por ciento considera que la gestión de la mandataria es mala o terrible, una situación mucho más sombría que la que enfrentó en el momento álgido de las protestas del año pasado.

 

 

 

ANSIEDAD EN ZONAS URBANAS

 

El enojo expresado durante las protestas no alcanzó a explotar durante el reciente Mundial de fútbol de Brasil, un evento que fue ampliamente elogiado en términos deportivos y que no afectó a Rousseff debido a que se desarrolló con muchos menos problemas logísticos de lo esperado.

 

De todas formas, se considera que el torneo se desarrolló sin mayores inconvenientes en buena parte porque Brasil declaró feriado para las ciudades sede en los días en que se realizaban los partidos, lo que evitó que se generara el caos que normalmente afecta las calles, aeropuertos y trenes de Brasil.

 

Mientras los votantes vuelven a centrarse en los problemas rutinarios de Brasil que dejaron de lado durante el Mundial, la ansiedad podría manifestarse en las ciudades durante las elecciones.

 

«La vida en las ciudades de Brasil se está deteriorando y existe una fuerte percepción pública de que el Gobierno no está haciendo lo que debería para mejorar los servicios de electricidad, agua, alcantarillado y transporte», dijo José Augusto Guilhon Albuquerque, cientista político en la Universidad de Sao Paulo.

 

 

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