La realidad y los medios

La realidad y los medios

El presidente editor de El Nacional, Miguel Henrique Otero, celebró  el Día Mundial de la Libertad de Prensa con un discurso en el cual volvió sobre el doloroso asunto de la persecución de la dictadura a la libre comunicación del pensamiento. Llegó a decir que la fecha se podía celebrar con el sonido de las campanas en la mayoría de las sociedades del hemisferio, pero que en el caso venezolano solo cabía la posibilidad de lamentarse.

 

 

 

Pero no solo llamó la atención sobre la suerte de su periódico, acosado por procesos judiciales amañados, por el hostigamiento de los miembros de su junta directiva y por la imposibilidad de obtener en términos normales los elementos precisos para su funcionamiento, como el papel y la tinta. Tocó el tema fundamental de cómo la dictadura juega duro para evitar que la opinión pública se entere cabalmente de la destrucción del país llevada a cabo por ellos desde el ascenso de Chávez al poder y conducida hacia consecuencias extremas durante el régimen de Maduro.

 

 

 

Estamos frente a la esencia del problema: la dictadura debe evitar, mediante la utilización de recursos violentos e ilegales, que se ventile la verdad sobre Venezuela. Se la juega para tapar el sol con un dedo. Quiere arrojar una cortina espesa sobre el paisaje desolador que ha creado el denominado socialismo del siglo XXI. Necesita que no circulen noticias sobre el hambre que campea, sobre la desolación de los hospitales, sobre el derrumbe de los servicios públicos, sobre el crecimiento de una pobreza que no solo se ha enseñoreado en los domicilios más humildes, sino también en las habitaciones cada vez más limitadas y golpeadas de la clase media.

 

 

 

Los problemas se conocen cuando se divulgan con libertad. Los agobios se convierten en asunto colectivo cuando un canal permite que se sientan como una vivencia general del conglomerado. La realidad se hace más dura cuando se observa como una línea dominante en el panorama.

 

 

 

De lo contrario, se puede sentir que uno debe enfrentar desafíos personales o crisis particulares que pueden encontrar solución si uno buenamente las procura. Mirar la vida como tema de cada cual, pero no como el calvario de toda la sociedad, sugiere la alternativa de alivios particulares que tal vez lleguen por la vía del azar o de la influencia de la buena fortuna. Solo si el mal se siente como mal de muchos, la reunión de los perjudicados puede sentir la posibilidad real de desenlaces plausibles.

 

 

 

De allí la importancia de las palabras de nuestro presidente editor, quien no ve solo por los intereses de su diario, aunque tiene todo el derecho de hacerlo, sino que se detiene en el plan concebido por la dictadura para evitar que la realidad venezolana se reconozca en todo lo que tiene de horror y  maldad, de injusticia descomunal y oficial indiferencia.

 

 

 

En consecuencia, el objetivo uno y único de la dictadura en la materia que nos ocupa se resume en una frase de su intervención en el Día Mundial de la Libertad de Prensa: “Hacer desaparecer los medios de comunicación”. Pero no lo logrará, desde luego. Seguimos en la calle todos los días.

 

 

Editorial de El Nacional

 

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