El presidente estadounidense busca apoyos para obtener los poderes del Congreso y lograr la aprobación del TPP
En el último debate sobre el Estado de la Unión, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, defendió la importancia para la economía estadounidense de los acuerdos comerciales que su administración negocia con 11 países del Pacífico, por un lado, y con Europa, por otro, bajo la advertencia de que si EE UU no fija las nuevas reglas del comercio para el siglo XXI, China, la gran potencia económica, lo hará en su lugar. «Por eso es por lo que estoy pidiendo a los dos partidos que me concedan la Autoridad de Promoción Comercial, para proteger a los trabajadores estadounidenses», dijo antes de arrancar un aplauso carente de entusiasmo a los congresistas. Ahora ha llegado la hora de la verdad.
Republicanos y demócratas han alcanzado un principio de acuerdo para empezar a tramitar esa ley, que supone que el Congreso cede al presidente la Autoridad Comercial (TPP, por sus siglas en inglés) que le otorga la Constitución para negociar acuerdos comerciales con terceros países. En la práctica, la ley implica que, una vez negociado un acuerdo, las Cámaras sólo pueden aprobar o rechazar el texto pero no introducir enmiendas al proyecto. Por eso se conoce también como la vía rápida comercial (fast track). La última vez que el Congreso concedió la TPP fue en 2002 al presidente George Bush y desde que expiró su vigencia, en 2007, nadie ha mostrado interés por renovar la ley.
El proyecto tiene enorme importancia en este momento de la legislatura. Internamente es una dura prueba para Obama, porque la mayoría de los detractores de los acuerdos de libre comercio se encuentran en las filas demócratas y, aunque ideológicamente los Republicanos son más partidarios de estos proyectos, se resisten a conceder más poder al presidente. Por eso Obama se está empleando a fondo con reuniones personales con distintos sectores del Partido Demócrata para intentar sumar apoyos a su causa. Oficialmente es este viernes cuando empieza la campaña oficial en la Cámara de Representantes para poder pedir el voto y lograr apoyos suficientes para aprobar la ley. Según diversos medios estadounidenses, al proyecto aún le faltan «varias decenas de votos»
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Sin la TPP, el acuerdo comercial que Estados Unidos negocia desde 2008 con Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam, el denominado acuerdo de Asociación del Pacífico, no tiene posibilidades de salir adelante y, con ello, el intento estadounidense de ganar posiciones en un territorio mucho más propicio para China se diluye. El secretario de Estado, John Kerry, admitía esta misma semana que el acuerdo del Pacífico es un componente fundamental de la estrategia de Obama para el «reequilibrio en Asia», que pasa por reforzar los lazos económicos y militares con los socios del Pacífico ante la creciente influencia de China en ambos campos.
Basta comprobar el éxito de China en el lanzamiento del banco de inversión en infraestructuras para Asia, que ha contado con el apoyo del grueso de los países desarrollados pese al rechazo explícito de EE UU. Solo Japón secundó la posición estadounidense. El acuerdo con la UE va mucho más retrasado y, según fuentes estadounidenses, seguramente será ya el próximo presidente quien cierre el acuerdo.
En su búsqueda de apoyos, Obama ya ha hecho concesiones al Congreso, ampliando el plazo que el Congreso tiene para supervisar el acuerdo. El presidente estadounidense debe notificar al Congreso su intención y presentar un texto a las Cámaras 90 días antes de firmar un posible acuerdo.
Después, el Senado y la Cámara de Representantes disponen de otros 90 días para dar su opinión al respecto. Es decir, no se podrá aprobar ningún acuerdo comercial antes de un total de 180 días, lo que supone que, en el mejor de los casos, el acuerdo con los países del Pacífico no se aprobará antes de octubre.
Fuente: El País