Su imagen, la del último oso polar que queda en Argentina, se ha hecho popular en internet y encabeza una campaña que pide su traslado a una reserva en Canadá.
Sus defensores dicen que las condiciones en las que vive no son las adecuadas. Las noticias en diversos medios internacionales aseguran que pasa calor, que es el oso más triste del mundo.
Su situación conmueve a muchos: que una criatura del Ártico viva tan lejos de su hábitat natural no parece, claro, natural.
Sin embargo, sus cuidadores dicen que moverlo sería peor para el animal y se comprometen a hacer las reformas necesarias para mejorar su calidad de vida.
Pero la historia de Arturo revela algo más. Bajo su nueva fama, la inquietud popular por el destino del oso alimenta una pregunta de fondo: ¿para qué sirve un zoológico hoy en día?
¿Y cómo llegó un mamífero de las zonas más heladas del planeta a vivir en el clima templado de Mendoza, una provincia del centro oeste del país sudamericano?
Un viejo oso polar
«Arturo nació en el año 85 en el zoológico de Colorado, Estados Unidos, es la quinta generación que nace en cautiverio», le cuenta a BBC Mundo Gustavo Pronotto, director del Zoológico de Mendoza.
Pronto cumplirá 29 años, una edad muy avanzada para los osos polares en cautiverio, y lleva más de 20 en el zoo de Mendoza, a donde llegó en 1993 procedente del zoológico de Buenos Aires para hacer compañía a una hembra, Pelusa, que murió en 2012.
De ahí que se sugiriera que Arturo podría estar deprimido por la ausencia de su compañera, algo que Pronotto descarta.
«El mostró el mismo comportamiento de siempre», dice el veterinario.
«Es un animal añoso con patologías normales de la edad, como dolores articulares, que no representan síntomas de ninguna enfermedad».
Sin embargo, ante la presión de la campaña por su traslado que se ha vuelto viral en los últimos meses apoyada por varias organizaciones ecologistas, la respuesta del zoológico fue hacer una junta médica para evaluar si Arturo estaba en condiciones de viajar a una reserva canadiense que se ha ofrecido a recibirlo.
Y la conclusión fue que por su edad, el viaje sería más peligroso que dejarlo donde está.
«La junta médica me dijo que no tiene sentido llevarlo porque se muere o en el viaje por efecto de la anestesia o se muere cuando llega allá porque su sistema inmunológico no está preparado para el frío», explica el director del zoo en conversación con BBC Mundo.
Además, según Pronotto la junta destacó la buena relación que Arturo tiene con sus cuidadores. Alejarlo de ellos sería perjudicial para la salud del oso.
Expertos internacionales
Pero este examen no convenció a quienes no sólo buscan su traslado, sino también la reconversión total de la institución zoológica mendocina.
Mariana Caram, quien colabora como ciudadana autoconvocada con un grupo de siete organizaciones medioambientales, dijo a BBC Mundo que lo que piden ahora es que especialistas internacionales puedan examinar a Arturo.
«Pedimos una evaluación bajo estándares internacionales, una voz autorizada», explicó Caram.
«Que venga un especialista que ha hecho otros traslados de osos polares y diga si está en condiciones de viajar», explica esta ingeniera experta en desarrollo sustentable.
Pero el zoológico no permite que venga nadie de afuera, dice Caram.
Si confirmaran que el oso no puede viajar, entonces el siguiente paso sería mejorar el recinto.
Por su parte, Pronotto dice que esas mismas organizaciones fueron invitadas a participar de la junta médica con un profesional veterinario y no asistieron.
En cuanto a las mejoras, el director del zoo asegura que ya se acometieron en parte y que hay más reformas en camino.
«Está en un recinto muy amplio, de 20 m x 40 m, es decir 800 m2», detalla el funcionario.
Un tercio de este espacio es su habitación, con tres secciones, entre las que se incluye una cámara de frío con una capacidad de regulación de entre -12 ºC hasta 10-12 ºC.
El patio de Arturo tiene una tercera parte de playa, añade Pronotto, y una pileta de dos metros de profundidad con un filtro que limpia el agua, que además se cambia semanalmente.
Pero Caram sugiere que las condiciones siguen siendo precarias, algo que no sólo afecta al oso sino al resto del zoo, y que las reformas están muy retrasadas.
El futuro de los zoológicos
El caso de Arturo, que ha generado miles de firmas y adhesiones a través de las redes sociales, revela que la sociedad es cada vez más intolerante ante la vulneración de los derechos de los animales.
Así lo cree Claudio Bertonatti, asesor de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara.
«Lo que sucede acá con el oso Arturo es el mejor ejemplo, donde una parte de la sociedad, incluso hasta del mundo, está pendiente de la suerte de un oso, por el cual yo por supuesto siento compasión», explica a BBC Mundo Bertonatti, «simplemente digo que esa gran masa de personas debería estar mucho más preocupada por lo que hacen los zoológicos con el resto de todos los animales, no con un oso solo».
Y para el resto de los animales es también el proyecto de ley que las ONGs con las que colabora Mariana Caram presentarán en la legislatura provincia de Mendoza con la idea de transformar el zoo en un «ecoparque, un centro de conservación, de rehabilitación y reinserción de fauna autóctona».
Por su parte, el responsable del zoo de Mendoza dice que hay otro proyecto de ley en marcha para la reconversión del centro a cargo de los trabajadores, con el aval de los gremios que los representan e instituciones profesionales provinciales y nacionales.
¿Cómo debería ser, entonces, un zoológico más acorde a los tiempos?
Bertonatti destaca que según la Asociación Mundial de Zoológicos y Acuarios (WAZA, por sus siglos en inglés), un zoológico debe tener cuatro objetivos primordiales: la conservación de las especies amenazadas y de los ambientes naturales, la educación ambiental, la investigación y la recreación.
«Los zoológicos deben trabajar al servicio de la naturaleza que está fuera de los zoológicos. Deben ser una herramienta para conservar los ambientes naturales que hoy están siendo arrasados», dice Bertonatti.
De acuerdo a este experto en conservación, los zoológicos tienen solo dos caminos, «o se transforman en lo que deben ser, o deben desaparecer».
«Ya hay pruebas de que una parte de la sociedad no está dispuesta a aceptarlos como están».
Pronotto reconoce que los zoológicos ya no son una mera una exposición de animales, y que hoy en día tienen (o deben tener) un papel en la procreación y conservación de especies amenazadas como los osos polares.
¿Pero puede Mendoza hacer algo por estos osos en concreto? Probablemente no, pero sí quizás por otros animales.
«Nunca más traería un oso polar como director del zoológico», asegura el funcionario.
Pero ahora lo que debe hacerse por Arturo, dice Pronotto, «es darle lo mejor».
BBC Mundo