Una vez más la Encuesta de Condiciones de Vida que coordina la Universidad Católica Andrés Bello arroja luces sobre la verdadera situación del país y de su población. No es que no se vea en las calles, pero es un estudio académico el que pone en blanco y negro la dantesca realidad: tres de cada cuatro venezolanos vive en la pobreza.
Como era de esperarse, si se comparan con los números registrados para el año pasado, tanto la pobreza extrema como la no extrema han aumentado. Para este último estudio, 76,6% de los hogares consultados se encuentra en la primera clasificación, un aumento de casi 9 puntos por encima de la cifra de 2020. En la segunda se ubican 94,5%, un poco más de 3 puntos por encima del registro anterior.
Aunque leer estos porcentajes y compararlos con los anteriores es relativamente sencillo, lo que es altamente preocupante y triste es el rápido deterioro que sufren los venezolanos. No hay manera de ocultarlo y por eso hay que agradecer al equipo liderado por los académicos Luis Pedro España y Anitza Freitez, que año tras año y a pesar de todos los contratiempos, hace este trabajo. Los especialistas entrevistaron a 14.000 familias entre febrero y abril de este año.
Lo cierto es que Venezuela se empobrece cada día más, lo que se traduce en niñez desasistida y desnutrida, madres desamparadas, jóvenes sin oportunidades de mejorar, un espiral infinito de negatividad que se adereza con la recesión y la hiperinflación generada por políticas económicas completamente equivocadas.
Las principales víctimas de 20 años de gobierno chavista son los millones de venezolanos que ganan apenas 2 dólares mensuales cuando la canasta alimentaria casi llega a los 300 dólares. Son los miles que dejan de trabajar porque les sale más caro trasladarse hasta su empleo que quedarse en casa pasando hambre. Son los cientos de niños que no pueden ir al colegio porque no tienen fuerzas ni para caminar.
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Todo eso es expresión de esta extrema pobreza que campea por todo el país y para la que pareciera no haber solución pronta y urgente como debería. Para que entonces vengan unos cuantos tarifados a decir que en este país todo se ha normalizado solamente porque hay bodegones que venden exquisiteces. Nada de eso suple la necesidad nutricional de miles de niños, mujeres y hombres que tienen meses sin comer carne y no saben lo que es recibir agua por una tubería.
La encuesta Encovi sirve para bajar de la nube a unos cuantos que prefieren cerrar los ojos porque no les duele lo que pasa en el país. Pero, además, sirve para tener identificadas las acciones necesarias para levantar a una población golpeada por el hambre. Lo único que hace falta es un cambio de rumbo para comenzar.
Editorial de El Nacional