La esposa de Don Felipe nació para los medios y trabajó, entre otros, en ABC. Después de la abdicación de Don Juan Carlos, se convertirá en soberana de los españoles
Verano de 2000. Un grupo de jóvenes periodistas se prestan a una prueba para sustituir a los presentadores de los informativos de TVE. Las vacaciones apremian. Una de ellas es de Oviedo, tiene 28 años y viene de Canal+, donde tiene un horario infernal. Toca recitar el telediario del día anterior ante Pedro Roncal, director adjunto de Informativos y del Canal 24 Horas. Pero queda lo más importante: improvisar ante un supuesto de explosión de una bomba, cuyo origen y consecuencias se desconocen. La joven asturiana lo hace bien. Cómo bien, francamente bien. Mucho mejor de lo que suele ser habitual. Es Letizia Ortiz Rocasolano y quien lo cuenta es el que sería su jefe después y director de informativos de TVE, Alfredo Urdaci, en su libro «Días de ruido y furia». Arrancan así los últimos años de ejercicio de la profesión más querida de la que luego sería Princesa de Asturias. Que el padre fuera periodista y la abuela paterna, también, influyó. Por eso estudió en la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid. Como tantas becarias, empezó a colaborar con ABC y, después, con la Agencia Efe. Luego vendría La Nueva España, de Oviedo.
En este periódico centenario se baqueteó en la información local, la más cercana, aquella que masticaban los lectores. Desde el municipio de Rivas-Vaciamadridenviaba frecuentemente notas cortas sobre la vida ciudadana y urbanística. Todos sus compañeros recuerdan que Letizia eran tenaz y constante. Su jefe entonces, Javier González, actual redactor de la sección de Economía, la define así: «Era muy trabajadora y mostraba una capacidad muy superior a la media. Me llamaba la atención lo mucho que leía. Sobre todo a los clásicos, nada habitual en una joven de su edad».
Apasionada
Años después, cuando presenta «Informe Semanal», es enviada a cubrir en noviembre de 2000 las elecciones de Estados Unidos. Relata cómo gana Bush en medio de un polémico escrutinio con las papeletas electorales de Florida. Urdaci repara en sus manos: «Quería demostrar que vivía la noticia y que la información pasaba por sus venas, pero era excesivamente apasionada, y hubo que corregir ese exceso con sus manos a base de golpear muchas veces con el mismo clavo».
Los espectadores españoles la tuvieron muy presente durante la campaña del euro: fue la encargada de enseñarnos lo que significaba el cambio de moneda y su trascendencia para el día a día de los españoles. Según sus jefes, ayudó a hacer familiar un concepto frío al que no se tenía ningún apego. No obstante, la carrera de la joven promesa televisiva continúa. Del Prestige a los Carnavales. La periodista es la enviada especial a los acontecimientos que jalonan el cambio de siglo. Pero si hay un acontecimiento por el que los redactores de informativos de TVE se cortarían un brazo es por transmitir o participar en la emisión de los premios Príncipe de Asturias. Y Letizia no iba a ser una excepción. Era la referencia universal de la cultura en España. La primera vez que la presentadora asturiana acude como periodista a esos galardones es en 2002. Ya conocía al Príncipe, revela Urdaci. Solo un mes antes, el futuro matrimonio había coincidido en casa de Pedro Erquicia, un ático de la madrileña calle Castelló, en el curso de la fiesta de cumpleaños del anfitrión. Fue una casualidad: la joven fue solo como acompañante de Manuel Rubio, un realizador amigo de Erquicia que ante la tesitura de acudir solo al evento pidió a su compañera que fuera con él. Nadie sabía que en aquel ático esperaría un invitado muy singular: el Heredero al Trono español.
Los dos jóvenes fueron presentados y pronto conectaron. Dedicaron parte de la noche a charlar sobre asuntos mundanos, como las mudanzas, asunto del que los dos sabían bastante pues uno y otro acababan de cambiarse de casa. Él, a su nueva residencia en el complejo de La Zarzuela; ella, tras haberse divorciado, estaba montando su piso en el barrio madrileño de Moratalaz.
Tras la transmisión de los premios, el Príncipe, como era habitual, se acercó a hacerse una foto con todo el equipo de Torrespaña. En esa ocasión, recuerda Urdaci, «Letizia se situó en el extremo derecho de la foto, vestida con un jersey de cuello vuelto de color gris, con la mirada perdida en algún punto indeterminado. Alguien, extrañado, le preguntó, ¿qué pasa, que no quieres salir en la foto con el Príncipe? Ella no respondió».
Pronto se le presentó la oportunidad de conducir, junto al jefe de Informativos, el telediario Segunda Edición, la perita en dulce de TVE. Además, estaba llamada a quedarse sola como titular, ya que Urdaci había decidido que la temporada 2003-2004 sería la última en que actuaría de presentador. «Seis temporadas -cuenta- eran demasiadas como para no desear un cambio».
Última llamada
Ambos compartieron durante varios meses la presentación del Telediario. El periodista navarro la recuerda como un auténtico manojo de nervios. Hasta el último viernes de octubre de 2003. Ese día una cadena de radio habla de la relación sentimental de Don Felipe con una conocida periodista. Luego Terelu Campos lo comentaría en Telemadrid. Incluso se da ya un nombre: Letizia Ortiz. A las tres de la tarde, la periodista llama a su jefe, que está almorzando en Madrid. Según recuerda Urdaci, le remitió a un encuentro más tarde «para contarte una cosa». Aquella «cosa» era que se había ennoviado con el hijo de los Reyes de España. Lo demás, ya es historia. Historia de España.
Fuente: ABC