Los números de la macroeconomía son muy difíciles de digerir y está visto que son los que menos le importan a la gente, desesperada por tener siempre el bolsillo vacío. Sin embargo, es bueno saber que, por acción y por omisión, el gobierno chavista llegó al foso económico y allí Venezuela se estacionó. Muchos aplauden, porque por lo menos el país dejó de caer.
No faltan los optimistas que auguran que a partir de ahora lo que se hará será subir, pero dado el desempeño y el interés del gobierno chavista, eso está todavía en duda. En los últimos meses se han dispuesto a quemar las reservas que tienen disponibles para inyectar divisas al sistema bancario con la finalidad de aguantar el precio del dólar. Eso indudablemente da una sensación de estabilidad, pero es totalmente ficticia.
Sin embargo, no hay que desestimar eso de la “sensación” porque el ciudadano sale un poco de su nerviosismo si ve que varios días el precio del dólar está igual o muy parecido. Lo otro que han hecho es restringir el circulante manteniendo el encaje legal al que están obligados los bancos. Es una especie de burbuja para que la gente los últimos días del año y quizás las primeras semanas de 2022 crea que la pesadilla acabó.
Sin embargo, y aunque analistas de Ecoanalítica incluso se sientan optimistas en cuanto a la salida de la espiral hiperinflacionaria, el venezolano de a pie sigue igual. En primer lugar porque el gobierno chavista ha hecho todos estos movimientos sin tomar en cuenta la inversión social. Es más, los indicadores hablan de una contracción importante del gasto público, que no es otra cosa que salarios y pensiones estancadas. Hace mucho tiempo que no se hacen ajustes, por lo que, aunque el índice de precios al consumidor baje de 1.000%, igual no alcanza para comprar lo necesario.
Por eso es que cuando se habla de macroeconomía se pierde de vista lo más importante en caso de políticas económicas, que es el sujeto. Se supone que todo debe hacerse con el objetivo final de proveer bienestar y calidad de vida a los ciudadanos, y es lo que menos se está pensando en estos casos.
Los analistas auguran los primeros meses de 2022 mucho más tranquilos en cuestiones económicas, pero la verdad es que en el país nada habrá cambiado. Seguirá con producción casi cero, aunque los números indiquen el crecimiento del sector privado; el trabajo formal seguirá casi inexistente o subpagado; las importaciones dominarán el mercado. Al final, nada de lo que ocurre parece traducirse en más dinero para la gente.
Incluso insisten en que la inflación en dólares podrá alcanzar 15%. Entonces, ¿adónde va a llegar el venezolano con una economía tan revuelta? Seguirá pasando trabajo, pero lo que es seguro es que nada de esto dice “normalidad”.
Editorial de El Nacional