La muerte de Campos inicia un proceso de sustitución en los socialistas brasileños, que podrían optar por Marina Silva
La dramática muerte del joven candidato a las presidenciales de octubre, el socialista Eduardo Campos, de 49 años, acabará inevitablemente revolucionando las ya difíciles elecciones presidenciales del próximo cinco de octubre, al mismo tiempo que ha dejado incrédula y dolorida a la sociedad brasileña, hoy de luto.
Campos aparecía con un 9% de los votos el tercero situado en los sondeos nacionales, pero contaba, llegado el momento de la campaña electoral, con la fuerza de su candidata a la vicepresidencia, la ecologista, Marina Silva, que en las elecciones del 2010, cuando fue elegida presidenta Dilma Rousseff, le obligó a disputar una segunda vuelta con sus 20 millones de votos.
En estas elecciones, Marina no pudo ser candidata porque su nuevo partido por ella fundado, la Rede, no consiguió en tiempo el medio millón de adhesiones populares y acabó aliándose con el Partido Socialista de Brasil (PSB) del fallecido Eduardo Campos.
Ahora toda la atención política está puesta en la decisión que en los próximos diez días tiene el PSB para nombrar un nuevo candidato. Hasta el momento, no existían esta tarde noticias oficiales sobre el caso, pero los analistas políticos dejaban entender que lo más probable es que la candidata ahora sea Silva ya que no se trataba de una candidata a la vicepresidencia burocrática sino de una política de gran peso y personalidad.
En ese caso, lo menos que puede hipotizarse es que le será muy difícil a la candidata del Partido de los Trabajadores (PT) ganar las elecciones en la primera vuelta, ya que el peso no sólo político sino también emocional en buena parte del electorado podrá pesar a favor de la nueva candidata.
Si hasta ahora los sondeos colocaban al exgobernador de Pernambuco como tercero en la carrera electoral, es porque muchos de los antiguos seguidores de la ambientalista Silva sobretodo en la clase más baja, no habían entendido por qué ella no era la candidata y sola la vice.
Lo que nadie olvida en este momento es que la muerte de Campos, prescindiendo de su situación como candidato presidencial, supone una gran pérdida para la política y la sociedad brasileña, ya que el socialista estaba considerado como una de las figuras más dignas y preparadas de la clase polìtica por su rigor ético y por haber dejado el gobierno de Pernambuco con un altísimo apoyo popular. Era un político conciliador.
Campos había sido últimamente una espina para el expresidente, Lula da Silva, de quién fue ministro y amigo personal. Lula hizo todo lo imposible hasta el final para evitar que Campos se echase al ruedo para disputar las elecciones contra su partido.
En una entrevista al noticiario nacional de ayer noche, horas antes de morir, Campos había reivindicado el derecho democrático de competir a las presidenciales al estar convencido, dijo, que el Gobierno actual, será el primero que “dejará a Brasil peor de lo que lo recibió”.
Dos datos han impresionado a la opinión pública con la muerte de Campos: la coincidencia de haber tenido lugar en una fecha considerada de mal augurio para los brasileños (13 de agosto), fecha en la que también falleció hace nueve años su abuelo, Miguel Arraes, una de las figuras más importantes del socialismo de este país, así como el hecho de que Marina Silva debería haber volado esta mañana con el candidato Campos y sólo en un último momento decidió hacerlo en otro avión.
Una muerte, la de Campos, que ha tenido lugar cargada de simbolismo y presagios y que no dejará de tener repercusión también entre los 40 millones de evangélicos del país. La posible sustituta, Silva, tras haber militado en el catolicismo pasó a participar de los cultos de una de las confesiones evangélicas, todas ellas muy activas políticamente en este país.
Fuente: El País