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La moneda de la violencia

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La moneda de la violencia

 

Los Lynch y las OLP

 

Casi tres siglos separan el transitar por este mundo de un alcalde irlandés, James Lynch Fitz-Stephen, que hacia finales del siglo XV ordenó el ahorcamiento sin juicio previo de su propio hijo, sindicado del asesinato de un viajante español, y el del juez estadounidense Charles Lynch, quien hacia 1780 hizo eliminar a los miembros de una banda sin que mediara el proceso de rigor; a ambos justicieros se atribuye el origen del vocablo linchamiento, palabra que ahora frecuenta la prensa nacional, dado el alarmante número de ejecuciones provocadas por la ira popular en diversas localidades del país y que pone de bulto el vacío institucional que arrastra consigo el régimen escarlata.

 

 

Antes y después de los Lynch se han producido (y se producirán) esos tumultos en los que una multitud enceguecida arremete a palos y golpes contra un sospechoso ­ muchas veces sin pruebas sólidas y fehacientes ­ hasta acabar con su vida y saciar su sed, no de justicia, sino de venganza (por eso, el Estado se arroga el derecho de penar y sancionar, Ius puniendi ). Sin embargo, se trata de un reacción explicable, aunque inexcusable, ante la inacción de los organismos encargados de prevenir el crimen y castigar a los criminales ­ policías, fiscales, tribunales ­ que han sido descaradamente utilizados con fines políticos, descuidando su obligación constitucional de proteger a la ciudadanía.

 

 

«Todas las semanas, desde comienzos del mes pasado hasta el 15 de octubre, ha ocurrido por lo menos un linchamiento.

 

También se han registrado numerosas tentativas de matanza a manos de enardecidos, en lugares antes considerados seguros».

 

 

Esto reporta el periodista Javier Ignacio Mayorca en una noticia, aparecida ayer en este periódico, que da cuenta de cómo se ha venido multiplicando este contagioso fenómeno que parece concomitante con el revanchismo y la impunidad propiciados desde los centros de poder. Contra esta afirmación se podría argüir que el gobierno hace los suyo mediante las operaciones de liberación del pueblo (OLP), pero ya está demostrado que esa demagógica cruzada es un desmadre que no discrimina entre inocentes, gente decente que habita en los barrios o en los inacabados edificios de la Misión Vivienda, contra la que se comente un sinnúmero de atropellos y, en muchos casos, debe resignarse a ver cómo destruyen su humilde morada o es desalojada del apartamento que el azar electorero puso en sus manos, y los verdaderos malandros que les azotan en los barrios.

 

 

En la aludida noticia, Mayora detalla: «Entre el 1º de septiembre y el 15 de octubre 13 muertes por linchamientos han sido reportadas en el país. Se trata de 9 casos y en 3 de estos la acción colectiva ha afectado a más de una persona. En este lapso, todas las semanas ha habido por lo menos un fallecido por esta causa. En los últimos 45 días, además, han ocurrido otros 9 hechos en los que los supuestos delincuentes han sido rescatados por agentes policiales». Inquietante, mas no asombroso, pues linchamientos y OLP son caras de una misma acuñada por la (in)justicia roja.

 

 

 

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