De Malala Yousafzai se han escrito muchas cosas. Noticias, análisis o reportajes sobre su figura en los que se suele ensalzar ese «algo» especial que tienen sus ojos y la fortaleza de sus palabras, pese a tener sólo 16 años. Pero detrás de esa diminuta persona existe también alguien fundamental para ella: su padre, Ziuaddin. Ambos son protagonistas del libro «Yo Soy Malala», un relato que describe cómo se forja la figura de un personaje que ya ha hecho historia.
Malala siempre ha defendido su derecho a estudiar, a ser alguien pese a, como ella misma escribe, «ser mujer». De hecho, su libro empieza así, ensalzando cómo pese a que el día que nació en su aldea se compadecieron de su madre por haber tenido una niña, su padre «que es distinto de la mayoría de los hombres pasthtunes», celebró su llegada. Sobre su hija, desde el primer momento decía a la gente: «sé que es distinta».
Distinto en cierto modo también es el matrimonio formado por los padres de Malala ya que fue, al contrario de lo que sucede en su sociedad, «por amor». «Aunque no sabe ni leer ni escribir, mi padre comparte todo con ella, le cuenta cómo le han ido las cosas durante el día, lo bueno y lo malo. Ella bromea con él y le aconseja (…) La mayoría de los hombres pasthunes nunca comparten sus problemas con sus esposas, porque se considera una debilidad (…) Yo veo que mis padres son felices y ser ríen mucho», escribe la joven.
«A veces sentía que Ziuaddin tenía un pie en la edad de piedra y otro en el siglo XXI»
Es ese tipo de relación es la que Ziuaddin ha querido transmitir a Malala. Él, maestro y férreo defensor de la cultura como arma básica en el mundo, apoyó a su hija dándole el mismo valor que a sus hijos. Normalmente acompaña a Malala en todas sus entrevistas y grandes situaciones. Le vimos llorar emocionado el día que anunció que su hija había conseguido seguir adelante pese al intento de asesinato perpetrado por los talibanes y le vimos al lado de ella en una de las primeras imágenes que se tienen de la joven antes de convertirse en un icono mundial, las que forman parte de la entrevista, en 2008, del periodista de «The New York Times», Adam B. Ellick. En esas imágenes Malala afirma: «Mi padre dice que tengo que ser política».
Las palabras de la joven reflejan la influencia de su padre. «Creo que Ziuaddin se dio cuenta rápidamente del atractivo cinematográfico de su hija y cómo podría ayudar a reforzar su defensa en los medios. Por lo general los padres quieren que los niños sean como ellos y Ziuaddin estaba obsesionado con el activismo político», explica a ABC.es el periodista Adam B. Ellick.
Efectivamente, Ziuaddin superó todos los obstáculos que la sociedad le fue imponiendo para abrir su escuela y, cuando por fin lo consiguió, la defendió sabiendo que lo que estaba en juego era su propia vida. «Es una persona muy compleja e incluso una contradicción «andante». A veces sentía que tenía un pie en la edad de piedra y otro en el siglo XXI. Es un intelectual, muy ingenioso, un idealista y un poeta. Tenía una respuesta para casi todo y muchísima curiosidad. También tenía un hambre insaciable de reconocimiento y premios. A menudo hablaba de lo importante que era para él que se reconociera su trabajo», asegura a ABC.es Ellick, quien extrajo estas conclusiones tras el tiempo que pasó con Malala y su padre durante la grabación de su reportaje.
En este sentido, este periodista de «The New York Times» asegura también que, en cierto modo, la forma en la que Malala ha sido «impulsada a unirse a la lucha por los derechos» es como la de «los padres que quieren lanzar a sus hijos al estrellato». «Creo que Malala es el reflejo directo de su ambición. La puso en la primera línea y ella está feliz», asegura a ABC.es.
Con todo, parece que Malala está cómoda en su papel. El mundo ha reconocido su valía, ha reprendido al mismísimo Barack Obama y su uso de los drones en Pakistán. ha celebrado su 16 cumpleaños en el seno de Naciones Unidas, ha conseguido regresar a la escuela y, ahora, tiene un sueño: volver a su país natal. En su libro reitera una y uda vez lo orgullosa que se siente de ser del Valle de Swat (Paquistán) y de cómo su padre le solía decir: «Yo protegeré tu libertad, Malala. Sigue tus sueños».
Fuente ABC