Maduro y sus funcionarios más cercanos aseguran que el diálogo con las fuerzas de la oposición continúa. Lo mismo se publica en los medios dependientes del régimen, es decir, los manejados o comprados por la dictadura, que no son pocos. Se trata de un anuncio que merece adecuado comentario, debido a la amenaza que representa para la evolución actual de los asuntos políticos.
El oficialismo, en su agonía, se empeña en mostrarse como campeón de la apertura, como afanoso buscador de soluciones en medio de la crisis cuando, en verdad, es el gobierno el que encarna en sí mismo la crisis. Esto en primer lugar. Si todos sabemos del afán autocrático de los mandones, del empeño que han puesto en cerrar las posibilidades de rectificación en medio de un pavoroso trance, llama la atención el que ahora vuelva a manifestarse como líder de una apertura que jamás ha existido.
Los anteriores intentos de diálogo han sido promovidos por unos mediadores indignos de confianza, no en balde se observan como títeres del régimen. Esto en segundo lugar. La posibilidad de reiniciar unas negociaciones que importan a toda la sociedad no puede depender de los mismos guías entregados a los caprichos del Ejecutivo, en caso de que se busque credibilidad.
El señor Maduro insinúa que esos tratos no se han detenido, debido a que los contactos con ciertos sectores de la oposición han permitido nuevas aproximaciones que pueden dar frutos en breve. Sin embargo, no se atreve a identificar a esos sectores que, según su malévola versión, mantienen conversaciones con sus representantes. No hace afirmaciones claras en este sentido, en tercer lugar, sino todo lo contrario.
Esos contactos sigilosos, afirma también, tienden a buscar que la AN vuelva al terreno de la legalidad del que se ha alejado. Para eso se discute sin que nadie esté enterado. Tales intentos de conversación, si han ocurrido, pretenden justificar las agresiones que se han puesto en marcha desde Miraflores contra la representación parlamentaria, lo cual viene a convertirse en un nuevo y enfático cuestionamiento a los anuncios sobre la vuelta a una fraternidad o a una racionalidad que la dictadura se ha negado claramente a aceptar.
Si nuestras objeciones tienen sentido, la supuesta nueva preocupación por el diálogo apesta y tiene mal aliento. No solo porque Maduro y su camarilla no dan puntada sin dedal, sino también porque es evidente su empeño en debilitar a la MUD. Cuando señala que algunos de sus factores se sientan con sus sirvientes en la misma mesa, busca mayores desentendimientos y fracturas más serias en el cuerpo de la dirigencia opositora. Cuando dice que todo marcha hacia soluciones de consenso, trata de sembrar mayor desesperanza entre la ciudadanía que clama por respuestas duras y compactas de los líderes en quienes ha confiado para salir de la dictadura.
En esas andan Nicolás Maduro y sus secuaces. Cínicamente, a la vista de todos, con la cara bien lavada. ¿La MUD se dejará pasar ese strike, mientras trata de remendar su capote sin que la aguja cumpla el cometido?
Editorial de El Nacional