Sandis Moreno debió esperar cuatro días para volver a ver a su hija, Sairam Rivas, luego de que fuera detenida por la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) la madrugada del jueves 9 de mayo de 2014. Entre el momento en que se enteró del desmantelamiento del campamento de protesta en la plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes, del cual formaba parte la dirigente estudiantil y cuando finalmente pudo abrazarla, transcurrieron unas 96 horas de angustia e incertidumbre.
El día anterior a la detención de Sairam y otros cientos de jóvenes, Moreno, quien vive y trabaja en Guatire, había estado en Caracas para ser entrevistada junto a otras mamás de estudiantes para un reportaje que saldría publicado en un diario nacional el siguiente domingo, Día de las madres. Aprovechó el viaje a la capital para visitar a su hija, presidenta del centro de estudiantes de la escuela de Trabajo social de la UCV, en el llamado “campamento de la libertad”, instalado desde febrero como parte de las protestas. Esa noche, que llovió a cántaros e inundó las carpas, fue la última vez que vio a su hija antes de ser detenida.
“Como a las 6 de la mañana del jueves 9 de mayo, me llamó mi hermana para avisarme que habían allanado los campamentos de Altamira y Chacao. Hasta ese momento me quedé tranquila. Pero cuando prendí el televisor, vi en el noticiero que también la GNB había desmantelado el campamento de la Plaza Sadel y se había llevado a los estudiantes al Fuerte Tiuna. Me entró una angustia enorme”, rememora.
Se fue de inmediato con su esposo al Fuerte Tiuna en busca de su hija. En el Core 5, se encuentran con un numeroso grupo de representantes preocupados por sus hijos detenidos, sin saber lo que iba a ocurrir. Allí esperaron hasta las 5:30 de la tarde, cuando comenzaron a leer una lista de nombres. “Un guardia dijo entonces que si no eran mencionados, teníamos que buscarlos en otro sitio. La espera por escuchar el nombre de Sairam fue terrible. Cuando tuvimos la certeza de que estaba allá, nos pidieron retirarnos y esperar hasta el día siguiente cuando fueran presentados a los tribunales”, recuerda.
Vuelven a Caracas al día siguiente. A las 9 de la mañana del viernes 10 serían trasladados al Palacio de Justicia en autobuses. “Nos dimos cuenta de que llevaban a los muchachos esposados. Sairam me confirmó luego que siempre los mantuvieron con esposas”, cuenta Moreno. En tribunales, los familiares esperaron por alguna respuesta todo el día. A la 1:30 de la madrugada, el abogado del Foro Penal que lleva su caso, Alonso Medina Roa, les dijo que a esa hora ya nada se podía hacer. Que primero enjuiciarían a los jóvenes de los campamentos de Chacao y Altamira y que volvieran a casa por esa noche.
El sábado 11 transcurre la segunda jornada de incertidumbre en el Palacio de Justicia. Moreno llega temprano de Guatire con su esposo, hermanas y sobrinas. Allí aguardaron hasta las 8:30 de la noche, cuando comienzan a salir jóvenes con sentencia. “Aquello fue una escena horrible: muchachos y familiares que lloraban, gritaban. Cuando nos dijeron que Sairam no saldría, no lo podíamos creer: ¿cómo mi hija no va a salir? ¿cómo habíamos llegado a esta situación? ¿Cómo es posible que una muchachita buena, sana, de familia se quedaría tras las rejas? Todos nos volvimos locos. El abogado nos lo dijo claramente: ‘No hay manera de sacar a Sairam. Es un trofeo para el gobierno”. Alegó que la buscaban desde hace tiempo, nunca le perdonaron que ganara el centro de estudiantes de Trabajo social de la UCV en 2012.
Esa noche se presentó un momento de confusión. “En medio de esa situación tan terrible, comenzaron a gritar que venían los colectivos a atacarnos, que teníamos que irnos. Comenzaron a llegar en motos. Quizás fue una decisión del gobierno para que los familiares no pudiésemos reclamar nada. No nos quedó otra que meternos en nuestros carros e salir corriendo de allí. Llegamos a Guatire desesperanzados”.
El domingo 12, día de las madres, Moreno recibe una llamada a las 3 de la tarde del abogado, avisándole que su hija y otros diez estudiantes serían traslados al Sebin, en el Helicoide y que ya podían llevarle ropa y comida. Desde el jueves anterior hasta ese día, no le habían permitido bañarse ni cambiarse.
“La vida de todos se ha trastornado. Ha sido una experiencia muy difícil para la familia. He tenido que abandonar mi trabajo para trasladarme a Caracas a visitar a Sairam los miércoles y sábados, atender entrevistas, asistir a reuniones y ruedas de prensa para denunciar la injusticia contra de mi hija y los estudiantes. Por fortuna, cuento con el apoyo de mis jefes y compañeros”, describe Moreno
“Sairam tiene una fortaleza increíble, la que no tengo yo”, admite su madre. “Se mantiene serena, tranquila y con actitud luchadora. Siempre le pregunto cómo puede una muchacha tan inquieta estar encerrada en un espacio tan pequeño. Mientras, pide muchos libros, sigue leyendo sin parar, formándose, escribiendo cartas a todo el mundo, hasta al Papa”.
Moreno cuenta que a Sairam no le permiten tomar sol. “Un día de visita le comenté a un guardia porque tanto encierro y me contestó: no te empieces a poner exquisita como la gente de Simonovis. No tenemos personal femenino para movilizar a las muchachas, así que mejor se quedan allí tranquilas”.
Aún no hay sentencia sobre el caso de Sairam. Se encuentra dentro del plazo de 45 días de averiguaciones. Su madre quiere que su hija retome su vida, pero está consciente de su lucha. “Hay que seguir adelante en esta protesta, que es de todos. Debemos apoyar a los estudiantes. Le pido al gobierno que acabe la represión, que deje a los jóvenes tranquilos y persiga más bien a los delincuentes”.
Por: Lisseth Boon @bonnbar
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