En un exorbitado discurso pronunciado el sábado pasado, que por cierto logró activar medianamente las alarmas en las agencias de noticias internacionales, entre ellas Efe y AFP, el presidente Maduro le exigió a las Fuerzas Armadas prepararse para “una guerra no convencional”. No anunció nuestro mandatario de turno el nombre específico del enemigo por combatir pero imaginamos que se refiere al imperialismo y a la burguesía apátrida, es decir, lo de siempre.
Eso es lo único bueno que tiene el imperialismo y hay que reconocerlo con honestidad profesional: sirve para explicar todos los males de este mundo y, de paso, les facilita el esfuerzo profundo de pensar a los presidentes que como Maduro no han tenido tiempo de formarse política e ideológicamente porque, todo hay que decirlo, se han entregado a la lucha popular en cuerpo y alma. Eso no se les puede negar. ¿O sí? ¿Quizás, tal vez, o no sabe, no responde?
Es una lástima que el pueblo venezolano sea tan malagradecido a la hora de calibrar los grandes éxitos de la revolución bolivariana y que cuando, para mayor e inolvidable desgracia, se les interroga sobre los visibles y palpables logros de este inmarcesible movimiento que tanto pujó Hugo Chávez para hacerlo realidad, salgan con la gastada pero exitosa frase de Luis Miquilena: “¿Con qué se come eso?”.
Pues, dijo Nicolás, con aplausos a mi persona, con loas al show televisivo del capitán Cabello, al ministro Osorio, que nos trae el pan de cada día, y gritando consignas de apoyo al exitoso tecnócrata bolivariano, el joven Arreaza, que gracias a él se logró parar la operación “Huevos rotos” preparada por la CIA, aunque debemos reconocer que al final resultó una torta y no una tortilla como esperábamos.
Sabíamos, recordó Nicolás, que electoralmente nos iban a meter medio cartón, pero nos clavaron el cartón completo. Son las sorpresas de la guerra no convencional que, si la revolución se descuida, la atacan con alevosía por la retaguardia.
En todo caso, continuó Nicolás, debemos reconocer que esta megaderrota nos movió el piso y nos hizo reflexionar (aunque la derecha diga lo contrario, yo sí reflexiono), al punto de que descubrimos poco a poco los escombros de lo que había sido el Plan de la Patria. ¡Qué engaño tan terrible, qué mentira tan vil! Debo reconocer que me vendaron los ojos (no sé si los militares o el “Grupo de los Diez”, esos que nombran en Aporrea.com.), pero los juro que yo no sabía nada de eso ni me lo imaginaba.
Hoy, al descubrir el engaño, dijo Nico, he tomado “medidas quirúrgicamente puntuales” (¡qué tal esa frase!) e impartí la orden de que los ministros pusieran sus cargos a la orden, que los militares prestados a la administración pública regresaran a sus cuarteles como aviesamente pide la derecha opositora con oscuras intenciones y que, desde luego, nos blindáramos con un nuevo Tribunal Supremo de Justicia por si acaso Ramos Allup se pone cómico. Este bichito nos va a hacer mucho daño porque es un toro corrido en siete plazas.
Editorial de El Nacional