No importa cuántos pasos se den, en Margarita pareciera que el sol está cada vez más cerca. Es como un acosador.
El contexto no cambia mucho con respecto a otros lugares del país. En el estacionamiento del centro comercial Sambil un hombre y una mujer guardan los cuatro paquetes de harina de maíz que compraron más temprano en Sigo, después de hacer poco más de una hora de cola.
Es casi mediodía y en el centro de convenciones se inaugura la Feria Internacional del Libro del Caribe. Todos los reunidos en ese lugar tienen un interés en común: comprar una publicación o escuchar la conferencia de alguno de los invitados.
César Miguel Rondón es uno de los más solicitados al comienzo de la jornada. Es el pregonero y pocos minutos después de hablar es rodeado por decenas de personas que quieren saludarlo, tomarse una foto o que les firme alguna de sus obras, como El libro de la salsa. Le dicen “bienvenido navegado”, como llaman en la isla a los que son de tierra firme.
Nada resulta extraño para el locutor hasta que un joven le pide que le dedique un libro de Laura Antillano. Rondón frunce el ceño, pero no se molesta. Cortésmente le dice que no considera justo firmar un libro que no es de él. El muchacho insiste. Tranquilo, el escritor le repite que no es apropiado. El admirador por fin entiende y le pide disculpas. Se conforma entonces con una foto junto a él.
“El arma verdadera es la lectura. Una pistola destruye, mientras la palabra crea. Todo esto centrado en el hecho civil en un país en el que se pierde la fe en la ciudadanía. Estos eventos amalgaman lo que somos como venezolanos”, dijo el autor.
El centro de convenciones del Sambil es como un hangar. Los visitantes se muestran relajados, como si el interés común que tienen les hiciera bajar la guardia. Entre ellos se encuentra la rectora de la Universidad Central de Venezuela, Cecilia García Arocha. La saludan mientras compra libros como Aló, Ciudadano. Leopoldo Castillo: un periodista a su manera de Ramón Hernández y Bocaranda. El poder de los secretos de Diego Arroyo Gil. “Este tipo de actividades es la que queremos en el país. En la UCV planeamos hacer una feria similar para finales de año o 2017”, afirma.
Sobre los precios hay diversidad de opiniones. Mabel González, estudiante de Derecho en la Universidad de Margarita, que es la organizadora de la feria, está feliz porque Sangre en el diván de Ibéyise Pacheco le costó 2.500 bolívares. La alegría fue mayor cuando le dijeron que por 250 bolívares se podía llevar Ensayos de Filosofía del Derecho de María Luisa Tosta. Sin embargo, a María Luzón, de Idiomas Modernos, le dolió pagar 2.500 bolívares por La historia del loco de John Katzenbach. Otras obras, como David Bowie. Vida y discografía de Paolo Hewitt, cuestan más de 9.000 bolívares.
A la 1:00 pm el ruido de los aires acondicionados deja de escucharse. Es la hora en la que el centro comercial cumple el plan de ahorro energético. En el centro de convenciones una planta evita quedar a oscuras. Todo está previsto, pero el calor agobia.
Una hora después comienza la presentación de Pastas y más pastasde Víctor Moreno (Libros El Nacional). El chef centra su discurso en vencer los prejuicios con respecto a la pasta. Hay que contextualizarla. En Venezuela, afirma, es justo que lleve sardinas o chipi chipi. En el recetario enseña a preparar fetuccini fosforera o ravioli de caraota con salsa de queso de cabra.
María Eugenia Luna, parte del público que resiste el calor, le pregunta a Moreno cómo conseguir los ingredientes. “Esto es un momento cíclico y tiene que cambiar. Hay que buscar. El que quiere besar busca la boca”, le dice el chef. La respuesta, sin embargo, no la deja conforme.
El autor de Pastas y más pastas bromea sobre los sonidos que se escuchan durante su ponencia. No solo son los aplausos para otra actividad que se desarrolla simultáneamente, sino también los anuncios por altavoces de la programación de la jornada, como la presentación de Jugando entre libros, título de la Fundación Polar para que padres y docentes estimulen la lectura.
Mientras tanto, las dos horas de ahorro energético se van paliando con abanicos o cualquier pedazo de papel.
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