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La izquierda sublimada

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La izquierda sublimada

 

 

Solo los venezolanos están en capacidad de afirmar sin que quepa la menor de las dudas que el chavismo-madurismo nada tiene que ver con la izquierda. En absoluto con esa división que comenzó durante la Revolución francesa, mucho menos con aquellas definiciones de Karl Marx y demasiado lejos de los que hoy se identifican con partidos políticos con tendencias socialistas.

 

 

Lo que sucede es que Hugo Chávez, después de unos meses de estar en Miraflores, mostró sus verdaderas motivaciones, que no eran otras que el resentimiento, la gran frustración por la falta de una verdadera figura paterna y la admiración por un sustituto que lo llenó en lo político y en lo personal, que de paso era el mayor exponente del comunismo en América Latina, su mentor Fidel Castro. Pero durante esos años se le oyó también decir que era evangélico, nacionalista, antiimperialista y cualquier otra etiqueta que se le ocurriera. En conclusión, en la cabeza del fundador de la tragedia ―una que comenzó un día como hoy hace 30 años― había una mezcolanza de cosas que difícilmente pudo o puede llamarse ideología.

 

 

Sin embargo, fue un alumno aventajado y un precursor de todas las actuales barbaridades. A imagen y semejanza de Fidel, expropió y se apropió de todos los medios de producción, acabó con la libertad de expresión, anuló los derechos humanos, se perpetuó en el poder y todo bajo la gran mentira de que su gobierno era “de izquierda”.

 

 

Los que han leído un poco más que las solapas de los libros y las mediocres reseñas de las tesis de Karl Marx que circulan en Internet saben que nada tiene que ver con socialismo. Es el caso de Gabriel Boric en Chile, que claramente se desmarca de cualquier vínculo con el pasticho del siglo XXI. “En Venezuela hay un retroceso en las condiciones democráticas que ha sido muy brutal y para qué decir las condiciones económicas de vida. El éxodo de 6 millones de venezolanos es la prueba más fehaciente de aquello. Ese no es nuestro camino y nosotros aspiramos a construir una izquierda profundamente democrática, respetuosa de los derechos humanos, que sea capaz de ser crítica de sí misma”, afirmó el presidente electo.

 

 

También uno de los izquierdistas más famosos de Latinoamérica, Gustavo Petro, ha dicho: “La imagen de Nicolás Maduro no es de un líder de izquierda, es un integrante muy conservador de las facciones más regresivas de la política mundial que están tratando de defender que el mundo permanezca en una economía fósil”.

 

 

Ya no hay manera de seguir diciendo mentiras y escudándose en esa pelea maniquea que instauró Fidel y que enalteció Chávez hasta el estupor de la izquierda de justicia social frente al capitalismo salvaje, porque hay más de 6 millones de venezolanos en el mundo que testifican que lo que hay en este país es el más cruel, el más corrupto y el más criminal de los gobiernos. Y eso no es precisamente una ideología, eso es pura maldad.

 

Editorial de El Nacional

 

 


 
 
 

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