Aunque a veces no lo hagamos de forma consciente, solemos darle mucha importancia a la apariencia física y creemos que ser atractivos es fundamental para triunfar y aceptarnos a nosotros mismos.
Entonces vienen personas como Lizzie Velásquez y nos muestran lo equivocados que estamos.
Lizzie tiene 24 años y en el 2012 se graduó de la Universidad Estatal de Texas, en el área de comunicación. Podría pensarse que su vida es muy diferente a la del resto de las personas, y es que ella es una de las tres personas en el mundo que padece una rara enfermedad genética que le impide ganar peso coma lo que coma. Al nacer únicamente pesó 1.190 kilogramos y ahora que es adulta nunca ha sobrepasado los 28 kilos.
Además su piel padece envejecimiento prematuro, es ciega del ojo derecho y en el otro tiene visión limitada.A pesar de todo, ha intentado llevar una vida normal, pues si bien tiene varios problemas de salud, ninguno pone en peligro su vida y de momento su sistema óseo, sus dientes y sus órganos se encuentran en perfecto estado.
Un día descubrió que en YouTube había un video en el que se referían a ella como “la mujer más fea del mundo” y contaba ya con 4 millones de vistas. Esta no fue la única vez que sufrió bullying en línea.
Muchos en su lugar hubieran caído en una profunda depresión, pero Lizzie decidió hacer lo contrario. Si bien al principio toparse con aquello le resultó devastador, después lo tomó de forma inteligente y uso la fama que ya poseía para informar sobre su enfermedad, y combatir aquellos prejuicios que pueden llevar a los seres humanos a desarrollar conductas crueles y de discriminación.Ahora Lizzie da conferencias y talleres, además ha publicado tres libros en los que difunde su lema “Deja de mirar, empieza a entender”.
No exageramos al decirles que basta mirarla una vez para contagiarnos con su forma de ser y admirar su inteligencia.Para darnos una idea de su personalidad arrolladora, aquí hay uno de sus discursos, subido el mes pasado por la propia Lizzie a su canal de Youtube
Esta nota puede dejarnos muchas enseñanzas, tanto en la forma cómo vemos a nuestros semejantes, como en el modo en el que nos aceptamos a nosotros mismos.