¿Estará Estados Unidos ofreciéndole algún tipo de amnistía a Nicolás Maduro para que en el caso de su previsible derrota en las urnas el 28 de julio acepte dejar el poder? ¿Habrá estado ese tema sobre la mesa en la reunión virtual que mantuvieron el pasado 3 de julio los gobiernos de Washington y Caracas?
Elliot Abrams, quien fue subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos (1985-1989) en la segunda presidencia de Ronald Reagan y representante especial de Donald Trump para Venezuela, espera que eso sea en realidad lo que esté haciendo el gobierno de su país porque “la pasividad en estos días críticos antes de las elecciones sería un gran error”.
Abrams publicó el pasado viernes un artículo en la página del Consejo de Relaciones Exteriores —una organización creada en 1921 y que posiblemente sea la que más ha influido en la política exterior estadounidense— en el que plantea que es “muy poco probable” que Maduro acepte abandonar el poder. “Si hay alguna posibilidad de que permita y luego acepte el resultado de una elección libre, sería como parte de una negociación que le otorgue algún tipo de amnistía”.
El exfuncionario estadounidense afirma que en todas las transiciones a la democracia en América Latina que recuerda hubo concesiones a quienes ejercían el poder (la larga época de los militares al frente de los gobiernos) para favorecer el retorno de las democracias en lugar de la insistencia en la justicia. Abrams reconoce que una amnistía es una solución injusta porque permite a quienes dieron un golpe de Estado o violaron los derechos humanos escapar del castigo. “Pero también es un ingrediente necesario para poner fin a la dictadura y hacer la transición a la democracia en muchos casos”, señala.
Pone ejemplos de negociaciones: una, la de Panamá en los años del general Manuel Antonio Noriega, quien prefirió atornillarse en el poder y rechazar la propuesta formulada por Estados Unidos de dejar el poder a cambio de que se le retirara la acusación por narcotráfico, y concluyó con la invasión estadounidense de diciembre de 1989 que apresó al general panameño, quien más nunca, hasta su muerte en 2017, volvería a ser libre. Es de esperar que la solución venezolana vaya por otros derroteros.
Otra negociación, que sí se concretó, ocurrió años después en Suráfrica durante la presidencia de Nelson Mandela (1994-1999), que tras acordar la creación de una Comisión de la verdad y la reconciliación, que escuchó los testimonios de 21.800 víctimas de violaciones de los derechos humanos, se amnistió a 1.163 acusados. Abrams cita a Mandela: “Se ha causado mucho dolor y sufrimiento a las familias, las comunidades y la nación en su conjunto (…) Pero he decidido tomar esta decisión porque, en general, estoy convencido de que consolidará aún más la construcción de la nación y la reconciliación de una manera que sea incluyente”.
“Si Maduro roba las elecciones, escribe Abrams, y aplasta toda esperanza de cambio en Venezuela, es perfectamente previsible que a los ocho millones de venezolanos que ya han huido de su país se unirán millones más. Y es igualmente previsible que más años de Maduro signifiquen más años de pobreza y represión para todos los venezolanos”.
¿Estarán Maduro y quienes lo acompañan dispuestos a considerar una propuesta de negociación que abra el camino a la transición democrática? Hay tanta incertidumbre que es posible que tal cosa no se sepa ni ocurra antes del 28J, ni en los días posteriores a la muy probable derrota del candidato a la reelección que se autoconcedió un plazo de más de cinco meses para la entrega del poder.
Editorial de El Nacional