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La hora oscura de Ecuador

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La hora oscura de Ecuador

El joven y muy rico presidente Noboa, neoliberal, con escasa experiencia y según algunos de poco carácter, acaba de declarar la existencia en Ecuador de un “conflicto armado interno”, es decir, poner en manos de los militares la lucha contra el hampa organizada y extremadamente poderosa. Casi se podría pensar que tal figura equivale a una suerte de guerra civil. Quizás no lo sea pero se parece mucho. Las bandas organizadas, sobre todo tres mayores, ligadas al narcotráfico internacional, en especial a los grandes carteles mexicanos, han construido una fuerza capaz de enfrentar al Estado, ejército incluido. Los desmanes de estos días: fuga de capos mayores, saqueos, asalto a una televisora en Guayaquil en plena transmisión, a la vista de todo el país, pérdida de toda autoridad en las cárceles, motines masivos de presos, asaltos y crímenes ostentosos, 42 por cada 100.000 habitantes, la proporción más alta del continente, etc. El tranquilo Ecuador de otrora está hecho un polvorín con posibilidades de grandes acontecimientos trágicos.

 

 

El usar el término de guerra no exagera. El propio presidente ha señalado que calcula que el enemigo tiene cerca de 20.000 sujetos (el ejército nacional tiene 60.000 efectivos). Las cárceles han sido convertidas en cuarteles superpoblados de presos que no reconocen otro mando que el de los suyos. Se han establecido vínculos con grupos disidentes de las FARC, guerrilleros de larga experiencia, como se sabe. El dinero no escasea habiéndose convertido el país en el mejor terreno para trasladar la droga de dos grandes productores, Perú y Colombia, y alcanzar la ruta hacia Europa; punto central del desolador panorama nacional. Las bandas han sembrado la corrupción por doquier, desde las fuerzas armadas a cuerpos policiales e instituciones judiciales. Se viene de una especie de renuncia algo barroca de un presidente por incapacidad para enfrentar la situación y el asesinato de uno de los candidatos más destacado a la subsiguiente elección. No es, pues, demasiado exagerado hablar de enfrentamiento bélico.

 

 

Habrá que esperar una estrategia adecuada del gobierno, todavía poco desarrollada. Ya sabemos de las dificultades de los ejércitos regulares para enfrentar tácticas de guerrillas y de terrorismo sin límites. Lo que se oye por todos lados es la del presidente salvadoreño Bukele, acabar con el hampa a cualquier precio, aun de los derechos humanos.

 

 

 

Creemos que la ayuda internacional, y sobre todo la de los vecinos latinoamericanos, es muy importante para hacer volver a la calma el país vecino en su hora más oscura.

 

 

Editorial de El Nacional

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