Un joven venezolano de 25 años estuvo preso durante dieciséis días en la cárcel de máxima seguridad Guantánamo, y aseguró que llegó allí solo por tener tatuajes. En entrevista con AP News, en su casa natal en Maracaibo, relató la dura experiencia por la que pasó solo por perseguir el «sueño americano».
Estuvo en Estados Unidos, y debido a la cruda política migratoria de Donald Trump fue trasladado a la base naval estadounidense en la Bahía de Guantánamo, Cuba, bajo la mirada de las cámaras y comiendo pequeñas comidas que lo dejaron hambriento.
«Estuve encerrado todo el día en un cuartito —conté los pies: 7 de ancho y 13 de largo— sin poder hacer nada, sin un libro, mirando las paredes», declaró a la agencia.
Volvió a Venezuela en un viaje de Conviasa del programa Vuelta a la Patria y ahora, «está comenzando a darle sentido a todo: cómo está de regreso en la ciudad natal que alguna vez fue próspera y que dejó cuando era adolescente; cómo los tatuajes en su pecho le valieron la reputación de criminal; y cómo se convirtió en uno de los pocos migrantes en poner un pie en la base naval más conocida por albergar a sospechosos de terrorismo».
«Fue todo muy duro; todas esas experiencias fueron muy duras. Tienes que ser fuerte frente a todos esos problemas, ya sabes, pero vi mucho odio».
Cuando estaba dentro de la celda, dijo Bastidas, nunca podía decir la hora del día porque su única ventana era un pequeño panel de vidrio en la parte superior de la puerta que daba al edificio. Dijo que solo veía la luz del sol cada tres días durante una hora, que era el tiempo de recreación que se le permitía pasar en lo que describió como una «jaula».
Bastidas contó que le ponían grilletes de manos y pies cada vez que salía de su celda, incluso cuando se duchaba cada tres días. En un momento dado, a él y a otros detenidos les dieron pequeñas Biblias, y comenzaron a orar juntos, leyendo las Escrituras en voz alta y colocando sus oídos contra la puerta para escucharse unos a otros.
«Decíamos que el que nos iba a sacar era Dios porque no veíamos otra solución. No teníamos a nadie en quien apoyarnos», agregó Bastidas.