Ya publicamos aquí la noticia con toda claridad, como para que se despejaran las dudas, si cabían: el régimen se la jugará para impedir la realización del referendo revocatorio durante el año 2016. Tres de los voceros más encumbrados del oficialismo –Aristóbulo Istúriz, Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez– han afirmado que ese proceso electoral no se celebrará en breve. Si se agregan las insólitas pausas de Tibisay Lucena, se completa el repertorio de funcionarios de alto nivel a quienes Nicolás Maduro ha encomendado la misión de evitar que lo saquen pronto de Miraflores.
La insólita lentitud del CNE para la atención de un proceso legal por el cual claman los ciudadanos le da sustento a las afirmaciones de unos portavoces que no solo se comportan como cabecillas de una bandería, sino también como sus jefes indiscutibles. El organismo electoral no tiene que abrir la boca para mostrarse como servidor obsecuente de los patrones que manejan los argumentos más peregrinos para evitar una despedida que no debería conducir a situaciones de violencia si se atiende a los miramientos constitucionales.
Pero ¿qué dicen los custodios de Maduro para oponerse a una votación que puede llevarse a cabo antes de que nos comamos las hallacas? Anuncian vicios en el proceso de recolección de firmas, fallas y defectos que nadie puede demostrar y que solo existen en sus enfebrecidas cabezas. Se inventan un almanaque inexistente, dependiente de los aprietos del candidato a la revocación. Quieren evitar la realización de manifestaciones destinadas a presionar al CNE para que cumpla su obligación con los futuros electores. No dicen nada serio, mientras pretenden atemorizar a la oposición que plantea reclamos pacíficos para que se atienda su clamor.
Justo por la falta de argumentos contra el revocatorio, Maduro saca de la manga un Decreto de Emergencia que puede permitirle el atropello de los derechos de la ciudadanía que no lo puede ver ni en pintura.
Ahora decreto para que me vean y me sigan viendo a juro, dice sin decirlo expresamente. Ahora decreto para facilitar el camino de una represión oculta en la existencia de una crisis que superaré mientras reparto perdigones a mansalva con la bendición que le echará el TSJ a un mamotreto jurídico que será mi escudo y mi salvavidas. Ahora decreto para que nadie se atreva a revocarme sin correr el riesgo de su libertad. Ahora decreto, en suma, para librarme del incordio de la AN que no me deja desgobernar a mis anchas.
Istúriz, Cabello y Rodríguez son los adelantados de ese mensaje que no se escribe con todas sus letras en un decreto de emergencia cocinado con lentitud desde el hermetismo de las intenciones oscuras.
Tibisay Lucena y sus compañeras del CNE seguramente se sentirán felices con la aparición de un documento en cuyo contenido pueden encontrar la excusa de su indiferencia frente a la colectividad democrática. Solo falta que el general Padrino y sus colegas del alto mando militar formen parte del coro, que se agreguen a la proclamación sin subterfugios de su enemistad frente al revocatorio.
Pero se atreverán, es bien probable, sin calcular la violencia que una conducta tan temeraria puede desatar.
Editorial de El Nacional