Cuando se creó la Comisión Nacional de Telecomunicaciones no podía el país pensar que se estaba gestando una policía de la comunicación social cuya tarea nada tiene que ver con los insustanciales conceptos que definen la misión, visión y valores tras los que se escudan, en nombre del pueblo, auténticos esbirros y sicarios de la noticia para decidir qué conviene informar, radiar, televisar o divulgar por Internet, sin lesionar los intereses del gobierno.
Y, en el cumplimiento de ese papel de custodio de la verdad oficial, Conatel se atreve a cuestionar formas y contenidos de la información para tratar de imponer el sesgado y complaciente estilo rojito de tratar los problemas nacionales.
Ya el sábado pasado editorializamos sobre la amonestación de la que ha sido objeto César Miguel Rondón y el comunicado en el que se detallan los motivos de tal impertinencia, un documento verdaderamente espeluznante.
Redactado supuestamente por el señor William Castillo, o al menos aprobado por él, esgrime entre sus argumentos que César Miguel Rondón es mexicano-venezolano (¿?), valga decir que no es un ciudadano completo, de manera que es medio periodista, medio profesional, medio escritor, medio conocedor de la salsa y el bolero, etcétera.
¿Qué diría el señor Castillo si se le contestara en iguales términos? Por ejemplo, que en Maracay está graduado en saltar talanqueras, que se enchufó durante la gobernación de Carlos Tablante, que se lo dejaron como herencia a Didalco Bolívar, que siguió enchufado con los gobernadores siguientes y que le fue muy bien en los negocios publicitarios, que tiene visa de Estados Unidos y viaja al imperio con total libertad.
Pues, en verdad, no le gustaría que, por un asunto estrictamente enmarcado en cuestiones de libertad de expresión y ejercicio valiente del periodismo, se tenga que escarbar en la vida personal de otro ciudadano acusándole de ser mitad mexicano, como si eso fuera un delito y no motivo de orgullo latinoamericano.
Y todo esto porque César Miguel tuvo como invitado en su programa al alcalde de Cúcuta. César Miguel preguntaba, y el alcalde respondía. Es lo que suele suceder en una entrevista. Pero, no: los censores reclaman que el conductor del espacio no haya polemizado con su invitado para defender “el honor patrio”. Háganos un favor, señor Castillo, no nos falte el respeto a quienes escuchamos las escasas emisiones en las que se intenta hacer un periodismo libre, veraz y decente.
El comunicado de Conatel es falaz porque ignora que Rondón nació en el país azteca porque sus padres vivían allí exiliados por obra y gracia de un dictador militar.
Es atroz porque obvia el artículo 32, ordinal 2, de la Constitución respecto a la venezolanidad y silencia el parentesco del amonestado con un demócrata ejemplar como fue su padre, César Rondón Lovera. Y es aterrador porque en él proliferan amenazas veladas y expresas contra la empresa radiodifusora que transmite el programa, sus directivos y el objeto de la sanción.
Editorial de El Nacional